ESCRIBE: Jaime Vasquez

Detrás de una escuelita que está después de la parroquia se ubica la casa de Guillermo Vásquez Gutiérrez. Quien nos recién es su esposa Teodomira Ibaran Ipushima, mamá de Roldán Vásquez Ibaran, quien nos llevó hasta el lugar con el orgullo de ser uno de los doce hijos del matrimonio que formaron esta pareja que mantiene viva la historia de este pueblo llamado San Joaquín de Omaguas.

Don Guillermo no escucha muy bien. Pero su memoria es prodigiosa. «»Cumpliré 91 años el 14 de noviembre», me dice cuando le pregunto su edad y debo acercarme a sus oídos para que sepa lo que quiero saber. Teodomira es de la misma edad. Él llegó desde Moyobamba cuando ella ya jugueteaba por la tierra gredosa del pueblo. Desde que llegó no se fue del lugar. Por amor y por otras razones. Una de ellas fue el de unir San Joaquín con Nauta e Iquitos.

He llegado al lugar al tercer intento. El primero, allá por el año 2010, no fue posible acompañar a una comitiva cultural que exhibió en la plaza del pueblo «Amazónico soy», a pesar que ya me había embarcado en el bote. La segunda fue en noviembre del año pasado cuando, junto con Percy Vílchez, intentamos llegar por la carretera sin imaginar que la lluvia y los trabajos para el asfaltado hacían imposible siquiera llegar al primer kilómetro, de los nueve que separan al centro del pueblo desde el borde de la carretera Iquitos Nauta. La tercera, cuando ya puedo deleitarme y gozar con las historias de don Guillermo lo hice hace unos días, acompañado de mamá Julio y Ángel, mi hermano que también hace las veces de mi ángel de la guardia.

La vía que conduce al pueblo tiene nueve kilómetros. Ya está terminada. Se inició en la gestión de Fernando Meléndez y será el profesor Elisban Ochoa, quien la inaugurará dentro de muy poco. La obra consiste en una vía asfaltada que une la población asentada en la margen izquierda del río Amazonas con el km. 58 de la carretera Iquitos-Nauta. Según la versión oficial, permitirá crear «un corredor productivo, turístico y de transporte bimodal que facilitará el acceso desde Iquitos y Nauta y viceversa». Ojalá sea así, aunque lo dudo.

Lo que no dudo es que las carreteras son progreso. Insisto en eso. Porque con sus pasajes viborescos y su olor a asfalto la vía hacia San Joaquín de Omaguas es la demostración que la interconexión es la alternativa para todo lo demás. Trasladarse en pocos minutos hasta el pueblo más antiguo de la región Loreto no es sólo recibir una lección de historia viva sino comprobar que la vida de los pobladores cambia cuando se rompe la barrera del aislamiento.

«Dicen que los ingenieros lo han hecho todo, cuando con mi compadre hemos abierto la trocha para llegar a Nauta», me dice en pausadas palabras son Guillermo mientras me cuenta las pericias y peripecias de las que se valió para convencer a doña Teodomira que con ella había encontrado el amor de su vida.

Don Guillermo es San Joaquín. No por santo, claro. Sino porque es la historia de este pueblo y vive para contarla. Los iquiteños, tan preocupados en recuperar la memoria, damos a la espalda a quienes tienen la memoria viva de los pueblos. Al despedirme de don Guillermo ante la mirada un poco ida del amor de su vida, su hijo me ha corroborado que las carreteras nos llevarán al progreso. Insisto en eso.