ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel

Se presenta como especialista en Literatura Amazónica. Y vaya que lo es. Yo la creo. No sólo porque en noches como éstas he conversado con ella sobre mitos y leyendas. Sino porque hemos coincidido en proyectos truncos que por serlos dan razón a la persistencia, aún sabiendo que nunca se realizarán. Yo la creo. Porque en tardes limeñas hemos loreado como plumíferos sobre el devenir histórico de la literatura amazónica. Hemos comentado sobre los libros publicados, los que están por publicarse y, cómo no, los que nunca se publicarán. Yo la creo. Porque en madrugadas insomnes no habrá dudado en ocupar su tiempo en rebuscar la biografía y bibliografía de los autores que han escrito en y por la Amazonía.

Ella ha dado una charla magistral la tarde/noche del miércoles a través de las redes de la Biblioteca Nacional del Perú con un título en el que no dudó ha tenido intervención: “Recorrido por la literatura loretana, Historia de un olvido”. Para explicar ese olvido, no duda en repetir cuántas veces sea convocada, lo que ha escrito en el libro/tesis “La búsqueda de la voz propia”. Cito, uso esta palabra que tanto le gusta a ella, para explicar los períodos literarios de la Amazonía. La cito:

“Mi preocupación por la Amazonía comenzó en el año 2009, cuando por motivos personales viví en Iquitos por dos años. Mi contacto inicial con la literatura amazónica me desconcertó, pues evidenció mi total desconocimiento de esta tradición. Comencé a cuestionar así los motivos por los cuales no había tenido mayor contacto con esta literatura. En una primera instancia, cuestioné mi formación en el pregrado de Literatura Hispánica en la PUCP. En una segunda instancia, comprendí que esta deficiencia provenía de un problema más complejo, de un problema nacional, y de cómo la Amazonía todavía no participa en nuestra idea de Nación. Cuando ingresé a la maestría, este acercamiento inicial empezó a convertirse en una preocupación más formal y académica”. Dejo de citar.

Tan sólo ese párrafo es para recontra respetarla. Con esa sonrisa de su eterna juventud Ana se ha convertido en una difusora de la Amazonía. Se le salen los ojos cuando habla de los literatos. De los que ya no están, pero nunca se han ido. De los que aún están, pero es como se hubieran ido. De los que nunca existieron y reclaman autorías. Hablamos de todo y de todos porque ella es de las que piensan que las exclusiones hepáticas no contribuyen a la mirada global que tanta falta hace a la literatura.

Esa hora con 57 minutos y 50 segundos que duró la charla ha sido poco para tanta información y pensamiento que tiene. Habló del poder hegemónico. Admitiendo que en certámenes de ese tipo se pone nerviosa, Ana se ha despachado a su gusto no sólo sobre literatura sino explicó sociológicamente por qué la Amazonía no está considerada en el escenario nacional. Hay esfuerzos por incluirla, cierto. Es una tarea pendiente en la que ella, seguro, participará con entusiasmo.

Esa mirada y concepción patriarcal, centralista y colonial que el Estado peruano ha tenido sobre la Amazonía, al decir de Róger Rumrrill, se ha repetido en la literatura y ha sido Ana la que rompe con esa mirada y “abre una nueva trocha en el estudio de nuestra literatura”. Desde Lima, como sucede con frecuencia, ella está pendiente de la movida literaria en Iquitos y toca a los nuestros no sólo apoyarla en ese intento sino acompañarla en el propósito.

Ojalá que ese recorrido pendiente por la literatura loretana sea protagonizado, principalmente, por gente como Ana que, sabiendo de su conocimiento no se ufana de ello. Que el hecho de hablar de una historia de olvido sea, como seguro es su deseo, la motivación suficiente para que las generaciones que vengan hablen del fin de ese olvido. Escuchar a Ana exponer sobre las etapas de la literatura amazónica y/o loretana reconforta el espíritu. Es un recorrido cronológico y temático sobre ese río interminable de palabras que es la Amazonía.