La realidad muchas veces nos pone en bandeja lo que la ficción a pesar de su brillo de fantasía no puede bosquejar. La vida te da sorpresas, decía la salsa de Rubencico Blades. Esta vez se trata del famoso “doctoreo” muy extendido en diferentes partes de América Latina y de reciente incidente con un expresidente (que quiere repetir por tercera vez en ese cargo) de sangre andina, verborrea insufrible y algo fondón. En Colombia, casi a todos se les llama doctor, me decía un amigo colombiano con resignada voz hace muchos años en el DF, de Ciudad de México. En Italia, Portugal como en Colombia, todos son doctores. Por aquí en tierras peninsulares a los que les llaman doctor, generalmente, son a las y los médicos. En Perú, ese patrimonio lo tienen los y las que ejercen la profesión de médico o de abogado, bendito sea dios. No sé realmente de donde viene ese fácil y grácil doctoreo, más si no corresponde a un título académico ganado con el sudor de la frente y apoyando codos, salvo que sea de la universidad del camote. Pero si, hay que reconocerlo, esa palabra es un masaje en la autoestima a esos personajes sociales, tienen el ego inflado para enfrentarse al perro mundo. En el caso nuestro del Doctor Zapote o Doctor flatulencia, que para el caso puede significar lo mismo, es el incidente que propició el candidato García Pérez que firmaba como Doctor sin tener la respectiva acreditación académica dentro de un centro académico, que por el puesto y función, obligaba a tener ese título, salvo que se hagan de la vista gorda como así lo fue. La mala costumbre ganó y el señor se paseaba muy orondo con un título que no poseía. Pero no sólo él, si no que son muchos en la misma situación, que acogen con beneplácito un título académico que no lo poseen. Es por eso la iniciativa de proponer a todos y todas esas personas que no tienen ese título académico llamarlos como corresponde, Doctor Zapote, con el perdón y permiso de la tan exquisita fruta tropical.

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