El nutrido  comité nupcial del municipio de Maynas, conformada por sacerdotes casaderos, expertos en amancebamientos, diestros en conflictos entre conyugues y otros especialistas de la vida en pareja, se fundó entonces para garantizar el enlace entre las personas de diferente sexo. Era entonces el tiempo del anuncio de las bodas comunales, servicio que la edilidad pretendía llevar a cabo como una manera de contribuir a la unión perpetua de los seres. El colectivo de las bodas ediles se embarcó en diferentes autos y ruidosamente recorrió las principales calles de la ciudad, anunciando con un megáfono que era hora de empadronarse para participar en la ceremonia nupcial. Durante horas dicha contingente fue de un lugar a otro, tocó varias puertas, se metió por un lado y salió por el otro, prometió el oro y el moro y entrevistó a incontables personas,  y tuvo que detenerse porque a esas alturas del partido nadie quería casarse.

En efecto, ninguna persona en su cabal juicio, sano de cuerpo y de mente,  tenía entre sus intereses contraer matrimonio con nadie. Ni hombres ni mujeres deseaban firmar un documento donde se comprometían a vivir para siempre con alguien. Ninguna persona entonces quiso dar su nombre ni inscribirse en el padrón de la boda edil. Ello no podía ser. Era de todas maneras una mala noticia que los iquiteños hubieran decidido  vivir lejos de las ataduras del matrimonio, lejos de los grilletes de la vida compartida. El alcalde de ese entonces se vio precisado a dar conferencias donde hablaba maravillas de las bodas que se venían y se atrevió a ofrecer una paga a las parejas que decidieran dar el paso fundamental en sus vidas. Así apareció públicamente la recompensa monetaria a los que decidían casarse. Pero ni el dinero prometido cambió las cosas y no se realizó el matrimonio comunitario ese año.  

En el presente, el matrimonio es una institución olvidada en Iquitos. Nadie se casa ni en broma. Las parejas prefieren vivir en condiciones de amancebamiento, esperando el momento de poner los pies en polvorosa. Entonces están lejanos los tiempos en que el municipio auspiciaba las bodas comunales. El colectivo que se dedicaba a preparar los matrimonios ediles ahora se dedica a promover competencias de reñidas tómbolas.