Por: Moisés Panduro Coral
“Unidos todo lo podemos, divididos nada somos” es la frase final con la que Haya de la Torre, presintiendo su viaje al oriente eterno, termina una famosa carta a los apristas. Saliéndonos de las fronteras partidarias, esta frase se aplica en toda su dimensión al pueblo de Loreto que, en esta última década, merced al individualismo electorero, se ha visto fraccionada persistentemente, y por ende, debilitada en su accionar colectivo para enfrentar los retos del futuro.
Sucedió antes, y vuelve a suceder ahora. El gobernador regional se embronca con una alcaldesa provincial, al parecer por temas de devolución de inversiones electorales, lo que trae como consecuencia la primera partición del movimiento mercantil, digo del movimiento político, que llevó a ambos al poder. Uno y otro tienen prensa, tienen sus propias cabinas, sets e impresos, no con sus bolsillos, sino con la plata del canon petrolero y de otras fuentes que ingresan a sus instituciones, generando un enfrentamiento mediático y de portátiles que se traduce en un espectáculo despreciable y vergonzoso en una región que necesita atención de urgencia para sus males.
Entoncesentran a tallar quienes apoyan a uno y otro bando. Un alcalde de un distrito pobre que también tiene su logística de medios y que apoya abiertamente al gobernador regional lanza un dardo envenenado a la alcaldesa provincial y repite en grandes titulares que quien gobierna la provincia no es ella sino su cónyuge, un empresario de medios y de construcción que tiene videos ampliamente difundidos en las redes sociales sobre una presunta repartija de obras que dejará platita a él y a sus socios. En realidad, el alcalde distrital no ha dicho nada nuevo, pues es un secreto a voces -y por lo mismo todo el mundo lo sabe- que la pareja de Palacio tiene sus émulos en Maynas, sólo que aquí los papeles se han invertido en cuanto a quien maneja el gobierno.
La Presidencia del Consejo de Ministros pone su cuota al divisionismo. Sus funcionarios llegan y se reunen con alcaldes convocados por la alcaldesa, anuncian la ejecución de obras, pero no dicen nada de la compensación de la que tanto se ha hablado en todo este tiempo. Por su parte, el gobernador regional viaja, en las mismas fechas en que su archienemiga se reune con la PCM, a una ciudad distante para reunirse con otra delegación de la PCM y tratar lo mismo que se está tratando en Iquitos, pero, igual, nada se escucha de la compensación presupuestal por el bajón del canon petrolero.
Siguiendo con la trifulca, un añejo dirigente sindical está exigiendo su parte del trato al gobernador regional por haberle apoyado en su aventurerismo demagógico e irresponsable de exigir que Petroperú explote el Lote 192, que no es ni más ni menos que la cabeza de un joven director regional no bien visto por él por haber reconocido a un sindicato paralelo al que dirige. Como si esto fuera poco, los dirigentes indígenas que están en conflicto declaran en los medios locales que quieren hablar directamente con la PCM y que no quieren a su lado, ni siquiera de intermediario, al gobernador regional. Otra voz indígena denuncia que nunca ha estado dentro de sus reivindicaciones que Petroperú ingrese a la explotación petrolera y que ése punto fue introducido de contrabando en sus demandas por el congresista limeño Danmert, un añorante del estatismo velasquista de los años setenta.
Para rematar la situación, ElectroOriente que ha gastado decenas de millones de soles comprando grupos electrógenos para “ampliar su capacidad de producción”, deja sin electricidad a SedaLoreto, y ésta, a su vez, queda sin energía para bombear y potabilizar el agua, dejando a la ciudad de Iquitos indefenso ante una sensación térmica de 43ºC que asfixia y revienta los pulmones de los iquiteños, mientras sus autoridades siguen en su guerrita de negocios electoreros.
Es el momento de detener esta insensatez divisionista. Divididos nada somos.