¿Demoliendo las virtudes públicas?

Por Miguel DONAYRE PINEDO

¿Qué pasa cuando un político o política miente descaradamente? Más si en la entrevista se coge la nariz instintivamente, un claro síntoma que no dice la verdad. Aquí hay una seria contradicción que de seguir en la misma deriva nos vamos al abismo socialmente. En los hogares desde que somos párvulos nos enseñan a que digamos la verdad. Que no se debe ocultar nada. Es más, si mentimos los padres y madres suelen castigarnos y con razón; eso es una falta grave, te dicen, no podrás jugar al fútbol el fin de semana, uufff que castigo para severo para cualquier mocoso. Luego, cuando vas creciendo te das cuenta que decir la verdad es incómoda, debes morigerarla forzosamente. Aprendes en que espacios se debes mentarlo y en otros silenciarlo. Escoger las palabras para no herir al interlocutor, por más que la persona sea un conchudo o un pelmazo. Es decir, es un tormento que afrontamos todos los días. Un engorro. Pero la vida te enseña eso. Pero los políticos y las mentiras son un matrimonio duradero y consolidado. Se callan cuando ellos creen conveniente. Eluden tomar posición. Nos creen que somos tontos. Apelan al galimatías para no decir nada. No dicen la verdad. Mienten. Es lo que está pasando en España con el actual líder conservador. No habla. No rinde cuentas. Se escabulle de los periodistas por la puerta falsa. No dice las cosas por su nombre. Una inmoralidad. Si en el espacio público se dice tantas sartas de mentiras, mejor cierra y vámonos. No llegamos a ninguna parte.