Recuerdo que una de las primeras impresiones cuando pisé la universidad en Perú fue un apagón en clases, estaba en el primer año. Dijeron que habían hecho explosionar unas torres de alta tensión. Luego las explosiones y los apagones se multiplicaron. Posteriormente fueron las explosiones de coches bombas, explotaban en cualquier lugar y sin avisos. Muchas veces morían seres inocentes como consecuencia de la furia de los terroristas. Cada día el incremento de la violencia era brutal. Había asesinatos selectivos a personajes públicos. El horror iba creciendo como si todo fuera muy calculado. Ante esta situación el Estado peruano actúo a la mala. Pensaron que la solución era militar, recordemos que en los años sesenta ante una rebelión indígena en la frontera con Brasil intervino la Fuerza Aérea para bombardear territorio indígena. Se vivía un profundo malestar en esos años ochenta. Mucho desasosiego. Los hábitos cambiaron. Se implementaron los toques de queda. Se sabía de ejecuciones extrajudiciales de parte del Ejército, el Estado peruano mostró que no estaba preparado para una situación así. Prueba de ella es la sentencia al expresidente Fujimori por derechos humanos. Se vivía momentos de zozobra. En el gobierno de Belaúnde se implementaron los primeros y tímidos planes de ajuste, uno de los ejecutores era el actual jefe de Estado de Perú. Salpicaban a la vida pública asuntos de corrupción. En ese contexto es elegido Alan García Pérez y la corrupción y el desgobierno se hizo mayor. Una buena radiografía de lo que fue ese gobierno la hace Vargas Llosa en “El pez en el agua”. La población tenía, teníamos muchos frentes. La irrupción de Sendero Luminoso y otros grupos terroristas, la economía que fue un desastre con García Pérez y con una pésima gestión en el frente externo, el Estado peruano tenía solo apariencia jurídica, en verdad, era cocido por mocos y babas. En la campaña presidencial de los años noventa se introduce el relato de la aplicación de planes de shock, un poco el que labra o abona ese camino fue el libro “El otro sendero” que obviaba la naturaleza del Estado en Perú. Para muchos esta situación de turbulencia era la más adecuado y oportuna para aplicarla. Muchos estábamos conmocionados por la situación que se vivía a diario y aún así desde los despachos bancarios dijeron que se aplicara esa política de shock, que lo aplicó como una dura medicina el expresidente Fujimori. Siempre pienso con todos estos ingredientes ¿qué gramática emocional se ha generado en la ciudadanía a consecuencia de la aplicación de estas políticas? Todo parece ser que ha favorecido al autoritarismo como cultura política.

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