LA MOSCA EN LA SOPA

Escribe: Rubén D. Meza Santillán

cushabataya@yahoo.com

Hay algo que no termino de entender con relación a los códigos y protocolos que se manejan en la salud pública. Por un lado se logra que se declare la Emergencia Sanitaria y por otro ni nos inmutamos por la cochinada que hay en los mercados de Iquitos. Se invierten tantos millones y se pide más para dizque cuidar nuestra salud, pero nadie garantiza -encima que pagamos- los alimentos que se venden en esos puestos donde previamente gallinazos, roedores y cucarachas hacen sus campamentos de verano. Franco, que no entiendo.

Piteamos más fuertes que tren de sierra por la contaminación de nuestros ríos y bosques por parte de las empresas extractivas, que bueno. Pero por qué nos parece normal que los lugares donde compramos los insumos para alimentamos este alfombrado por basurales y aromatizados por la inmundicia.

Con razón la noticia de que las carnes rojas pueden provocar cáncer no nos asusta, ¡qué va! Si nosotros compramos bistecs, churrascos y maruchas en medio de una orgía de bacterias, ¿para qué tanta alharaca?

Y son los vendedores y sus dirigentes que reclaman a los ineficientes alcaldes de no recoger esas toneladas de basura que producen a diario, pero son ellos o la mayoría de comerciantes los que tiran todo en los pasadizos desde verduras putrefactas hasta viseras y restos cuyo hedor le sacude la nariz a todo aquel que pasa a tres cuadras. Esto es cierto.

Y la razón es porque las autoridades ediles y regionales no remodelan sus mercados. El desagüe, las cañerías techo y canaletas, los puestos de venta, las mismas estructuras y bases están pidiendo a gritos que se les repare de una buena vez.

Y nosotros les retamos a los unos y a los otros de que nada cambiará porque no es cuestión de fierro y cemento sino de educación, de buenas costumbres y prácticas de higiene y limpieza. El que es cochino, así le pongas azulejos, agua fría y caliente y 20 contenedores, seguirá siendo cochino.

De estos comerciantes, muchos tienen vendiendo más de 30 años y pagando miserables arbitrios y migajas de impuestos. O sea lucran con un bien público y encima somos los ciudadanos quienes tenemos que invertir y ellos bien gracias. No pues, los mercados no son propiedad privada de estos señores, nosotros los facilitamos y miren como la mayoría de ellos nos pagan, justificando por todos los medios sus irresponsables manías de ser perfectos amantes de la basura.