Por Miguel Donayre Pinedo
En los medios periodísticos se da cuenta que dos millones de niños y niñas en Perú trabajan y los mayores – inclúyase los padres, se desatienden o miramos hacia otro lado. En Iquitos, el 70% de niños viven en zona de pobreza y trabaja [¿algún sensible parlamentario amazónico tuvo en cuenta esas cifras durante su gestión congresal antes de lanzar paparruchadas de iniciativas?]. En el mundo cada minuto muere un niño trabajador. Son cifras que ponen los pelos de punta y que produce escozor en la conciencia. Si, las niñas y niños trabajan, el futuro con esta realidad puede verse negro, hay que erradicarlo. Desterrarlo. Indignarnos ante una situación así. No deberían estar trabajando, ellos y ellas tendrían que hacer cosas de su edad, por ejemplo dar prioridad al estudio. Es un gran desequilibrio que desde el Estado y la sociedad civil hay que buscar formulas para que esas niñas y niños no estén laborando. El futuro con esas cifras lo estamos hipotecando y lo vamos a pagar mal. El cambio pasa por una apuesta segura y sin titubeos por la educación en los diferentes ámbitos. Cualquier gobierno que se vanaglorie de cifras económicas de crecimiento y olvide esta información sobre la infancia es que va mal. Así no.