PRIMERO MUERTE, DESPUÉS DIALOGO

                                                                                  

   Por: Gerald  Rodríguez. N

 

Ilusamente, con falta de una sazón política, el gobierno enfrentó una vez más con represión a la pedida de una atención que por mucho tiempo el pueblo de Pichanaki, como cualquier pueblo del Perú, ha estado pidiendo, y como un libreto que se repite, la historia vuelve hacer la misma: pueblos que no reciben la atención del gobierno con servicios básicos, por lo que al ver que se llevan sus recursos sin verse beneficiados, la culpa se los llevan todos los peruanos. Todos perdemos por el quebrantado estado de derecho.

La conflictividad con la empresa petrolera Pluspetrol no termina, como en todas las historias del pasado de los conflictos sociales en el Perú, con la retirada de la empresa o con la búsqueda de alguna alternativa, sino que termina en un diálogo después de uno o más muertos en conflicto, ocasionado por la policía, ya sea en defensa o por represión. La historia es la misma: muerte, después dialogo, después acuerdos, que en la posterioridad se olvidarán, no se cumplirán por que el peruano es sentimental;  se olvida rápido del dolor y se vuelverá a cometer el mismo error, como un disco rayado; el gobierno apaciguará las aguas y se volverá a lo mismo. Entonces sabremos que nuestra historia es un espiral de Macondo y que nuestro país vive una maldición de cien años de soledad. La demanda es de insatisfacción y el gobierno no entiende, porque los pueblos de la Amazonia, de la selva alta o baja, de la sierra o de cualquier parte del país, lo tienen todo y no necesitan nada; psicología barata del gobierno que piensa que los revoltosos no solo es el pueblo unido, sino también los gestores.  Pero si tenemos autoridades  que viven en Lima, en la PCM, buscando algo para sus pueblos y solo reciben promesas. El gobierno solo logra entender que el dialogo se cumple cuando la estabilidad jurídica está colgada de una cuerda floja como trapecista, cuando debería estar en tierra firme, en este país que necesita tener la justicia en el suelo y no por los cielos.

La historia de Pichanaki, de la Amazonia, de Bagua, de Conga y de otros pueblos es la historia moderna del Perú. Historia que lo escribe la inestabilidad jurídica y el estado de derecho en emergencia. Un Nacionalismo desbarrancándose en su soledad; que las soluciones que manifiestan no son solo económicas, sino que también deberían ser políticas y sociales. La historia seguirá repitiéndose porque el desarrollo de este país no está en ahuyentar la inversión privada sino en atender a los que más necesitan como se atiende a los que más tienen. Porque ya estamos acostumbrados a ver que para atender a las demandas debe primero haber conflictos y muerte; cuando lo que deberían hacer es ver primero a futuro los beneficios y las contras que se obtendrán ante un proyecto que se desea ejecutar; asistiendo primero al pueblo, a escuchar su demanda, saber lo que quieren y negociar con ellos su proyecto de desarrollo. Entonces no tendremos ausentamientos de capitales, y el desarrollo de seguro que nos vendrá sin muerte.