Coca, ambiente y política

Coca, ambiente y política

Moisés Panduro Coral

La información es verdaderamente sobrecogedora. Dice que cuando una persona aspira una línea de cocaína se está llevando tres metros cuadrados de bosque virgen. Se necesita de 360 kilos de hoja de coca para producir un kilo de cocaína de alta pureza, y la obtención de ese volumen de hoja de coca implica la deforestación de una hectárea de bosque como mínimo. Se afirma que en las últimas cuatro décadas la actividad del narcotráfico ha ocasionado un daño ecológico impresionante a la amazonía, pues en ese periodo se habrían deforestado 2 millones y medio de hectáreas de la selva peruana.

No es sólo la pérdida de la arquitectura boscosa. También lo es la degradación de los suelos que llega como consecuencia inevitable de la pérdida del dosel que los protege de la acción erosiva de las gotas de lluvia, y de la pudrición de raíces que dejan expedita la infiltración del agua y la subsecuente descompactación del terreno. Si a todo este agregamos el deterioro ambiental que originan los insecticidas, fungicidas, herbicidas que se usan en las plantaciones de coca, y los altamente nocivos ácido sulfúrico, óxido de calcio, combustibles, entre otros utilizados en la elaboración de la cocaína, nos damos cuenta que lo que está ocurriendo lacera gravemente nuestro futuro.

Valgan verdades, en los últimos años, hasta ahora los gobiernos del Perú no han obtenido cifras favorables frente al narcotráfico. Todos los años, Perú, Bolivia y Colombia (el denominado grupo PBC), juegan una especie de «copa Kirin» en el tema de la producción ilegal de hoja de coca y de su derivado, la cocaína. Uno de ellos resulta campeón cada año (el año pasado fue el Perú) y creo que en alguna oportunidad han terminado empatados en la tabla de posiciones, tal como ha ocurrido en la última copa Kirin en donde Perú, Japón yla República Checaterminaron compartiendo el trofeo después de igualar en todo.

La complejidad del problema se agranda aún más si al creciente deterioro ambiental, sumamos la dinamicidad con la que los grupos narcotraficantes establecen las áreas de plantación ilegal. Esa dinamicidad contrasta con el proceso lento que supone el establecimiento de áreas de desarrollo alternativo. Le costó muchos años al Estado peruano lograr éxitos en el valle del Huallaga con los cultivos alternativos, lo que se dio, según señalan los especialistas, por la confluencia de otras acciones de desarrollo tales como: la instalación de industrias vinculadas al cacao, palma aceitera, café; la construcción y el mejoramiento de vías de integración que facilitan el acceso a los mercados al reducir el tiempo y el costo del transporte, además de un pertinaz acompañamiento técnico del productor.

La política también juega su partidito a favor del narcotráfico agravando más las cosas. Qué fácil hemos olvidado que hay hasta ocho congresistas “nacionalistas” relacionados al lavado de dinero y a la producción ilegal de la coca. Que se sepa, ninguno de ellos ha pasado por la comisión de ética del Congreso, los medios colaboradores o condescendientes con el “nacionalismo” han silenciado clamorosamente las denuncias, los ambientalistas virginales tan prestos a abrir la boca en otros casos prefieren silbar imitando a los pajaritos o escribir sobre las virtudes del el ayahuasca, y ni qué decir del gobierno que no se ha inmutado ante esta masiva y sorprendente presencia parlamentaria oficialista en casos relacionados a esta ilícita actividad.

Yendo a los modelos de desarrollo alternativo. Creo que se debe diseñar modelos más fluidos, más ágiles que los implementados en el Huallaga. No estoy diciendo que hagamos que el fruto del cacao -un cultivo emblemático del desarrollo alternativo- produzca en un año, agronómicamente eso no es posible pues su periodo vegetativo es de tres años. Lo que estoy diciendo es que organismos como DEVIDA no deben aparecer sólo cuando la «enfermedad» ya se ha manifestado, es decir cuando un área ya ha sido «infestada» con la producción ilegal de la coca. Un nuevo modelo debería combatir la «infestación», pero también debería «adelantarse» a operar en áreas que tienen mayor probabilidad para la expansión de ese cultivo.

Hay que mejorar también la inteligencia operativa de la policía, expulsar de por vida a esos jueces que liberan narcotraficantes, sancionar ejemplarmente a los políticos que juegan o hacen el juego al narcotráfico; reducir el déficit de infraestructura económica y de servicios, creando empleos y transfiriendo ingresos en las áreas críticas de expansión; contar con un sistema satelital de monitoreo, reforzar las fronteras con más bases militares (Putumayo, Yavarí) para evitar que los productores de países fronterizos -presionados por la acción de sus gobiernos- se instalen en territorio peruano, entre otros.