ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel

 

Felizmente Edwin Villacorta Vigo y Mario Celi Alleman se equivocaron. Uno al desoir los presagios de los vecinos de la calle Nauta. Otro al pretender que un emprendedor desista de un negocio que le quitaba el sueño. De esta forma nació la mejor cafetería de Iquitos. Perdón, una de las mejores, nos dice Piero Villacorta, hijo de Edwin, papá que cumplió su sueño de dar a Iquitos una cafetería de categoría.

 

Ya con el placer por el café o, mejor dicho, con el placer de los cinco años cumplidos, el pediatra Edwin Villacorta confiesa que el golpe más duro que le ha tocado vivir ha sido el cambio de nombre cuando recién cumplía un año en el negocio. Él, acostumbrado a curar los males infantiles, tenía un párvulo que le angustiaba. Cefezinho no podía llamarse así. INDECOPI le negó el uso de esa denominación. Fueron siete días de aprietos, de angustia. El nombre ya estaba en el consciente colectivo de los jóvenes. “Cambiar de logo, de nombre, era volver a empezar”, recuerda el médico. O cambiaba o cerraba.

 

Recordó la manera que tenemos los amazónicos de pronunciar la efe, la efe de café. Se tenía que apelar a esa característica como un motivo de orgullo, no de chacota. Los loretanos, orgullosos de sus raíces, tenían que ver bien el cambio o, también, ni siquiera notarlo. Así, en una reunión familiar, decidieron convertirlo en Cajuesiño. Manteniendo el logo y el color, se cambiaba unas letras. La pronunciación quedaba con el toque regional. Desde entonces la cafetería se llama Cajuesiño y, además, tiene la marca registrada.

 

“Un buen día, una cliente del extranjero me preguntó: ¿Qué le echas al Cappuchino? Yo le dije café y leche. Muy contenta me respondió: parece que le echas droga, es muy adictivo y delicioso”, cuenta como una anécdota Piero cuando le pido historias para esta nota. “Tengo otro cliente, peruano, que vive en el extranjero y siempre me dice que tenemos el mejor café del mundo. Cuando viene de EEUU, de Miami, lo único que quiere tomar en Perú es un café latte en Cajuesiño. Se queda una o dos horas y consume lattes más humita, omelet o dos huevos fritos”. Piero lo cuenta con pasión por Cajuesiño. Para terminar me confiesa que tiene un cliente que es un joven/niño, que siempre le gusta pedir un café con leche o un Cappuchino. Cuando lo toma su rostro se llena de felicidad, tanto del que saborea como del que ojea la escena. Son clientes fidelizados, cafeizados, cajuesiñosdependientes.

 

Siempre me ha intrigado cómo así un médico rinde culto al café. ¿Será porque es pediatra? Porque los cardiólogos y neurólogos lo prohíben. Edwin Villacorta no ha instalado un negocio donde vende café. Él le rinde culto al café. Habla del café como si se tratara de un amor platónico. De un amor compartido con toda su familia. ¿Cuál es la explicación? “Estudiar en la madrugada es un hábito de muchos universitarios. Lo fue para el fundador de Cafezinho. En dichas desveladas, durante las frías noches de Lima, el café y el cigarro eran fieles compañeros. El vicio del cigarro fue erradicado tiempo después, pero el gusto al café se profundizó a nivel de culto. En sus ratos de ocio, recorría Oro Verde, Valdez, Starbucks, Sarcletti, Pausa y The Coffee Road, mirando, probando y aprendiendo”, cuenta en tercera persona como si hablaría de otro, cuando es su propia historia. En ese tono continúa.

 

“Al terminar sus estudios de Medicina volvió a Iquitos, su tierra. No pasó mucho tiempo y empezó a extrañar el aroma, el sabor del café y la energía que le producía. De a poco se formó la idea de crear una cafetería parecida a las que conocía, en donde se rindiera culto al café. Con ese interés evaluó a cinco cafeterías de Iquitos. Dos de origen extranjero, ambas estaban arraigadas en un público extranjero, que llegan y se van. Las otras tres, de capital loretano, albergaban gente mayor, periodistas y literatos bohemios cuyo interés era conversar, leer los diarios, con un consumo escaso, se vendían más como restaurantes de comida agradable y de rápida preparación por las noches”. Con esas percepciones dando vueltas en su cabeza transcurrían los días.

 

Ninguna de las cinco, dice Edwin, se habían dedicado a fortalecer y promover la cultura del café. Hablar de frapuchinos no estaba en los planes de esos lugares. La mayoría no contaba con aire acondicionado, no tenían Wifi libre, ni cultivaban la música en vivo. Se habían detenido en el tiempo. Cuando pensaba en esos lugares no pretendía destacar esos detalles como omisiones negativas. Era la concepción del negocio que tenían sus propietarios. Nada más. Él quería que los jóvenes le perdieran el miedo al café. Que los adultos hablen del café con el mejor café en la mesa.

 

Fue dándole vueltas a la idea de crear una cafetería que rompiera el esquema local. Que se pareciese a las cafeterías de Lima: atractiva para los jóvenes, interesante para los adultos, moderna, sin perder el toque tradicional, y con rápido movimiento de los clientes. Ya era tiempo de ejecutar el plan. Edwin creó su cuenta de FaceBook personal. Desde ahí captaría posibles clientes. Por su actividad de pediatra tenía muchos pacientes. Cuando ya tuvo varios seguidores y creció la importancia de las redes sociales, creó la cuenta de la cafetería para “jalarlos”. Su plan funcionó a las mil maravillas. Sus contactos, pacientes con todos sus familiares, fueron captados al face de Cafezinho y, lo que era mejor, quedaban encantados con lo que ahí veían. Junto a sus hijos, en especial Piero, empezó a crear el interés por probar los sabrosos cafés con arte, con gradientes, con colores, con sabores y texturas diferentes. Las tazas eran mostradas en fotos acompañadas de sugerentes frases. La clientela crecía y crecía.

 

Al mismo tiempo, en las conversaciones con los padres y los niños que llegaban a su consultorio, exploraba sus gustos sobre el café y los frapuchinos. Poco a poco fue acumulando toda la información sobre el gusto por el café. Todos identificaban el aroma preparado desde la pequeña cafetera eléctrica que tenía en su escritorio. Todos confesaban que no tomaban ni siquiera una taza diaria. Conversaba con sus pacientes, jóvenes y niños mayores. Algunos habían probado los frapuchinos en Lima. Otros ni siquiera sabían de la existencia de cafeterías. A ellos mostraba fotos de internet y exploraba, según cuenta, en sus rostros la atracción que sentían. Sin querer queriendo había hecho un “estudio de mercado”. Cuando ya lo tenía todo planeado le comentó a su esposa. ¿Una cafetería en Iquitos, pero si hace calor? la escuchó decir como repitiendo lo que sus amigos exclamaban cada vez que les hablaba. Pero la pasión por el café, ese amor platónico, estaba a punto de convertirse en realidad. Había que buscar un local. La familia le acompañaba los domingos para cumplir el sueño. Su cerebro tenía aroma de café.

Don Edwin no dejaba nada al azar. Explorando el publicista y diseñador que había en él se empeñó en encontrar el nombre y logo. “Debe ser verde como la Amazonía”, pensó. Aunque en sus primeros esbozos destacaba el marrón. Recordaba su infancia, cuando todas las tardes su padre pedía a su madre que le sirva su “cajuesiño”. Así nació: Cafezinho, pasión por el cajué. Nombre y lema. Dos en uno.

 

Encontrado el local había que remodelarlo. Recibió el apoyo del ingeniero Julio Ríos y el arquitecto Rafael Donayre. Ilusionado por cumplir un largo sueño, cruzó la pista y le comentó a su amigo de LASERTEC lo que estaba instalando donde antes funcionaba “El Amauta”. Recibió unas expresiones preocupantes. Lo sintió como un puñal en el corazón. “Para qué has alquilado ese local, después de El Amauta todos los que alquilaron quebraron. Ahí penan”. A los pocos días ya había olvidado esa frase, a pesar de considerarse supersticioso. La remodelación continuó. Rafael Donayre recuerda que dio algunos detalles mínimos. Como la sugerencia para que el cliente no sintiera que es un lugar pequeño y que todo estaba fríamente calculado. Así quedó remodelado.

 

La cosa iba en serio. Contrató a la Primera Campeona Nacional de Barismo, Karen Pisconte. Entrenó a cinco jóvenes, seleccionados previa entrevista personal. Karen organizó una cata con una docena de personas para seleccionar el café que se iba a usar. Once recomendaron el Café Curmi, de Chanchamayo. Ya tenía el local, ya tenía el proveedor, ya tenía potenciales clientes. ¿Qué faltaba? Abrirlo al público, pues.

 

Antes de la inauguración, aquel lejano 8 de agosto, aún en plena remodelación, invitó a amigos y conocidos para que prueben la variedad de cafés y de frapps. Eso le sirvió para mejorar los productos. A las seis de la tarde de un jueves del que todavía tiene el recuerdo la cafetería abrió las puertas al público. Desde el primer día el éxito fue pleno. Lleno al tope. Los jóvenes comparaban sus experiencias en Lima y expresaban su admiración. Edwin aún cree escuchar las alabanzas cuando probaban el frapuccino.

 

Edwin Villacorta, mirando el letrero remodelado y dejando de lado las profecías de los vecinos, con orgullo dice que “Cafezinho ha revalorado la cultura del café en Iquitos, ha erradicado el plástico de un solo uso en sus vasos, bolsas, sorbetes”. No sólo eso. Su amigable actitud con el medio ambiente ha sido reconocida por ARA, Autoridad Regional del Ambiente. Se ubica en el segundo lugar entre los restaurantes y primer lugar entre las cafeterías de Iquitos en el listado de Tripadvisor, entidad que le otorgó por tres años consecutivos el certificado de Excelencia. Como para despejar las dudas de Mario Celi, la actividad cultural no ha sido ajena. Exposiciones de libros, pinturas, presentación de cantantes, apoyo al teatro, al cine. Poetas y escritores hicieron veladas literarias. Organizó concursos de cuentos, de cantantes infantiles. Apoya la edición y producción de libros. Una pequeña biblioteca es parte del paisaje interno. Promueve campañas sociales como lactancia materna y en el llamado Café Pendiente.

 

Desde Cafezinho surgió el boom de las cafeterías en Iquitos. Se instalaron nuevas cafeterías, dando a la ciudad un toque atractivo, cosmopolita. Hay cafeterías para todos los gustos. “La competencia es fundamental para el mejoramiento”, es una frase que repite Villacorta Vigo no sólo a los que trabajan en el local sino a los proveedores y clientes.

DATO: Hace unos 10 días como coincidiendo con el 5to. aniversario “Cajuesiño” ha sido reconocidos en LOS TRAVELER’S CHOICE 2020: BEST OF THE BEST DE TRIPADVISOR. Un premio internacional que lo ubica en el 10% de los mejores restaurantes del mundo, basado en la revisión que ellos hacen de las opiniones de los viajeros que conocieron Cajuesiño y escribieron en la plataforma.

Agradecimiento especial: Yamily, Prince, Javier, Mery, Piero, Guillermo, Karina y Guisella, constantemente dan ideas para mejorar. En el control de las BPM cuentan con los biólogos José Luis Villacorta y Romy Tatiana Del Aguila, quienes también se encargaron de los protocolos de atención Delivery. Los catadores y críticos son Edwin Jesùs, Wendy, Josè Eduardo, Valentino y Santiago. Este equipo permitió que resistan el duro golpe de la pandemia. Por tres meses suspendieron la atención. Por estos días, bien dice Edwin, “ya hemos salido de cuidados intensivos y con el cariño y las palmaditas de la gente que nos extrañaba, vamos reconfortándonos y volviendo a retomar el camino”. Edwin Villacorta Vigo, agosto 2020