Caballeros del Amazonas

Moisés Panduro Coral

No tengo nada contra el protocolo, una actividad que en la actualidad ha cobrado inusitada importancia en las relaciones humanas e institucionales, tanto así que las entidades públicas tienen oficinas, funcionarios y servidores especializados cuyo trabajo, meritorio por cierto, es la de cuidar los detalles en cada ceremonia o actividad en la que participe el representante institucional: desde los toques a las tarjetas de invitación hasta el lugar por donde tienen que retirarse las autoridades, pasando por la decoración del espacio, el tipo de vasos que se utilizarán en el brindis, los medallones que se portarán, los presentes que se otorgarán; el lugar que ocuparán los invitados en las mesas, su ubicación en el auditorio o su precedencia en los estrados de honor y toda esa sarta de cosas que a la inmensa mayoría le encanta. A mí, particularmente, me asustan.

Hay protocolos que son tradiciones y es nuestro deber ciudadano observarlos y respetarlos. Por ejemplo, la conformación de comisiones de invitación, recepción y despedida del presidente de la República que se constituyen en el Congreso de la República cada 28 de Julio; los saludos por fiestas patrias de las instituciones, la escarapela en el pecho, la misa de tedeum o la acción de gracias, las medallas que portan congresistas, consejeros y regidores, las togas y birretes en las graduaciones, las bandas presidenciales nacional y regional y las bandas multicolores de los alcaldes provinciales y distritales, entre tantas otras formas de distinción que satisfacen la necesidad de reconocimiento que según Abraham Maslow forma parte de la naturaleza humana.

Por otra parte, hay otros protocolos que se han masificado. Hace mucho tiempo, la ceremonia y fiesta de promoción se circunscribía al quinto de secundaria y se entendía como un acto de despedida, ya que al no existir universidades o centros de formación en el medio local, los jóvenes partían a otras tierras para continuar sus estudios (es mi caso), otros se enrolaban al ejército, algunos se quedaban a ayudar a la familia, a seguir el oficio del viejo (hoy sería un excelente carpintero de banco y construcción si esa hubiera sido mi decisión) o simplemente irse en busca del destino. Era, tal vez, la última oportunidad de abrazar a tus amigos porque marcaba el inicio de una verdadera diáspora de muchachos del pueblo (no habían celulares, ni internet), por eso tenía ese sabor de fiesta y melancolía que debías recordar por siempre, al grado que los mismos padres intervenían en la elección de los padrinos y hasta en los colores del pantalón y la camisa que debías usar esa inolvidable fecha.

Pero, humanos al fin, no nos hemos contentado con eso. A partir de los ochenta, las fiestas de promoción de primaria, se vinieron con todo y se multiplicaron por doquier. Entonces cambiamos nuestra perspectiva protocolar de lo que es una fiesta de promoción entendiendo que más que un acto de despedida, la dichosa fiesta representa el paso al siguiente escalón formacional. De allí que tengamos también promoción de inicial (cuando los jardineros pasan a la primaria) y ahora, la novedad del momento: ¡la promoción de cuna!. No creo que esta cantidad de fiestas en su vida escolar contribuyan en algo a la formación integral del niño. Son bonitas y espectaculares, ya lo sé (he sido partícipe de ellas, los niños así lo requieren), pero francamente resultan inútiles si hablamos de construir un sistema de valores para el educando, y más bien, al ser vanidosas y dispendiosas está visto que tienen un efecto contrario a los objetivos de la educación.

En el otro lado, es decir, en lo institucional, hay también novedades protocolares. La descentralización de funciones y presupuestos a favor de los gobiernos regionales hizo que se crearan distintivos vanidosos como parte del protocolo público. Recuerdo que, en 1990 los representantes a la asamblea regional que en el mejor de los casos pudieron ser llamados “asambleístas” se autoproclamaron “diputados regionales” y exigían distinciones y atenciones protocolares como tales. Pura huachafería, por supuesto, al igual que la última y genial creación distintiva que lleva el pomposo título de “Caballero del Amazonas” que se le ha impuesto, entre otros, al periodista Hildebrandt y al presidente Humala. ¿No podría haber sido mejor un título de “Katenere de la Floresta”, “Boga del Gran Río” o “Samarén del Amazonas” para estar a  tono con el regionalismo que pregonan?.

Por mi parte, yo me quedo con los tradicionales “Huésped, Visitante o Hijo Ilustre” o con la “Orden del Sol”. Y me importa una rodaja de pepino los distintivos caballerescos medioevales que se imponen en pleno siglo veintiuno, justo aquí en la amazonía peruana.

4 COMENTARIOS

  1. Amigo Cachorro, efectivamente hay protocolos que son tradicion y hay que respetarlo, pero los que diriguieron la vida politica de nuestro pais, lo olvidan. por ejemplo quiero recordarte,cuando el maestro HAYA empezaba un mitin en cualquier parte de nuestro territorio patrio, lo hacia, protocolarmente, primero cantando nuestro himno nacional,segula orgullosa MARSELLEZA de la cual ahora ustedes los apristas se averguenzan de cantarlo, porque les cae como pedrada en ojo tuerto. Al maestro lo costo mucho inspirarse en la letra de este himno, que a la letra dice : con el pasado vergonzoso……… prometamos jamas desertar ……etc. si se tiene un respeto al protocolo, porque se huye como un vil ladron, o criminal , tanto Alan y Fujimori corrieron como bulgares delincuentes pero como es comun la justicia agrra al mas tontonto.

    • Hector, amigo, jamás tendré verguenza de un himno místico para mí. No sólo lo canto con el pecho henchido, sino que estoy enseñando a mis hijos y, si Dios me permite una vida larga, seguro que la enseñaré a mis nietos. No has asistido a ninguna de nuestras reuniones partidarias y, por ende, no conoces nuestros ritos políticos. La letra no es de Haya de la Torre, pertenece al líder obrero Arturo Sabroso y comienza así (te estoy corrigiendo): «Contra el pasado vergonzante, nueva doctrina insurge ya…» En la parte que cantamos: «Militantes puros y sinceros ¡prometamos jamás desertar!» levantamos el brazo izquierdo en alto) Te invito a conocer un poco más del APRA visitando cualquiera de las páginas apristas que hay en la red. Un fraterno abrazo, mi estimado.

  2. Pues sí Moises.
    Ésto de las fiestas de promoción es ya un escandalo.
    Tengo mi ahijado que ya promociona éste año en el jardín (Moore c/ Ugarte) pero hemoas tenido que recurrir a una pagadita para suplir en grande las grandes deficiencias que nos brinda la oficial institución educativa. Hecho que origina pues, un mayor costo.
    Pero lo lamentable es que ya en Mayo aproximadamente, se hablaba en el jardín, cuál va ser el vestidito de promoción, qué va a ser la cena , con que sonido y con que payaso, de qué color el decorado y el vestido, en que bus va a ser el paseo,etc… Pero, el avance educativo no era lo significativo que debía ser a la fecha. Una verdadera lástima …. a los cinco años, ya tienen fiesta de Promoción.
    Y hay otro caso peor… hay algunos centros educativos donde no existen señorita (maestra de antes), sino que ahora existen la MISS… ¡¡¡ Huachafería, que se dice !!!

  3. Buena introducción, pero que pena que la envidia y la frustración que tienes sea el motivo de tu narrativa, sin embargo a todos los apristas les caeria bien la orden:
    Rattus del Amazonas.

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