Alfredo Bryce Echenique en una de sus tantas obras y, por el que mejor hablan los autores, a través de uno de sus personajes ha dicho que nada mejor para conocer a las personas que viajar junto a ellas. Y, quienes han experimentado el viaje colectivo sabrán que ese así.

Como quien no quiere la cosa ya me encontraba en el aeropuerto de Bilbao –que es uno de los pocos terminales donde se mantiene la lengua originaria- recibido por una delegación no tan numerosa como bulliciosa. Y la ocasión no era para menos, pues uno de sus hijos llegaba hasta el terruño para realizar un documental sobre otro de sus hijos que, además, era su padre. No sé si me dejo entender, como diría el gran Chema. José María Salcedo llegaba hasta Bilbao para indagar sobre la infancia y juventud de uno de los migrantes que, después de ardua como fascinante navegación, había desembarcado en el puerto del Callao. La historia del documental es otra cosa maravillosa que en otra ocasión trataremos. Porque viajar junto a Chema ha sido una de las tantas cosas maravillosas que me han sucedido antes de cumplir las cinco décadas.

Serio. No les miento. Les digo la purita verdad. Porque cruzar el Pacífico, mejor dicho cruzar lo que unos llaman charco acompañado de uno de los conversadores más carismáticos que exista y compartir las miles de anécdotas que le han sucedido entenderán que no es poca cosa. Pero a pesar de las horas de viaje y el transbordo necesario para llegar al pueblo uno terminaba reconfortado y abrumado por tantas muestras de cariño de los suyos.

Caminar bajo la lluvia interminable para llegar al Museo de Guggenheim y ver el homenaje que se rinde al cobre. Apreciar la majestuosidad de ese metal que en algún momento provocó un debate enriquecedor por su aporte al desarrollo y a la contaminación del pueblo. Recorrer el instituto donde se preserva la lengua nativa y apreciar la importancia que le dan los vascos a su idioma es envidiable. Saborear el bacalao en todas sus presentaciones y disfrutar no sólo del aroma gastronómico sino del conocimiento –con anécdotas y variaciones de leyenda- que tienen los bodegueros de ese producto marítimo es por demás alimenticio.

Antes de emprender el retorno a Lima nos hemos prometido volver a Bilbao. Chema ha aceptado de buena gana. Ya van dos ocasiones en que las circunstancias lo han impedido. Pero –como contrapartida- hemos recorrido otros pueblos peruanos llevados de la mano de alguno de sus libros. Puede ser Arequipa, Huancayo, Madrid, Santiago de Chile, Trujillo o Iquitos. Quizás no importe. Pues lo fundamental es disfrutar la compañía de ese maestro del periodismo y un grande ser humano que es capaz de entregarse a la amistad con toda su humanidad y de desprenderse de algo para ver sonreír al otro. Un hombre así no sólo es buen periodista sino enorme ser humano. Con ese hombre he recorrido parte del mundo. Una pequeña parte, es verdad. Pero con grandes enseñanzas.

LLAMADA Antes de emprender el retorno a Lima nos hemos prometido volver a Bilbao. Chema ha aceptado de buena gana. Ya van dos ocasiones en que las circunstancias lo han impedido. Pero –como contrapartida- hemos recorrido otros pueblos peruanos llevados de la mano de alguno de sus libros. Puede ser Arequipa, Huancayo, Madrid, Santiago de Chile, Trujillo o Iquitos.