La patria chica
Moisés Panduro Coral
Tres de los personajes que deberían estar en un lugar de honor en el alma colectiva de Loreto, -no lo están hoy, infelizmente-, y que tienen una significación valiosa en mi formación política han sido químicos farmacéuticos. Atendían detrás de sus vitrinas, leían recetas ilegibles para un profano a su ramo, conocían con certeza el compartimento en el que se encontraban los fármacos que buscaban sus clientes, preparaban sus pociones curativas y hasta sugerían las dosis según su sapiencia y experiencia. Estos tres personajes son Máximo Meléndez Cárdenas, José Sicchar Valdez y Antonio D’Onadío Lagrotte.
Ha fallecido don Antonio D’Onadío Lagrotte. Un par de declaraciones en los medios de uno que otro dirigente, unos cuantos pesares formales expresados públicamente, unos titulares pequeñitos en los periódicos, -los titulares en letras grandes se los llevó la colocación de la primera piedra del alcantarillado de Iquitos a pesar de los severos cuestionamientos que se ha hecho sobre los aspectos técnicos, de inclusión social y de la forma de financiamiento de este proyecto cuyas consecuencias lo veremos en un tiempo no muy lejano-, por allí una misa de honras promovida por una de las instituciones a las que perteneció, y, tal vez unas decenas de tarjetas orladas de cintas de color negro que les llegan a los parientes. Y después, después nada. Después el olvido para alguien que en la década del ochenta condujo con ímpetu combativo al pueblo loretano sin dejar de lado la decencia y sin perder la calma que a él le venía, probablemente, de sus ancestros lombardos.
Ha fallecido don Antonio D’Onadío. Y yo le recuerdo ahora atendiendo personalmente en su farmacia de la quinta cuadra de la calle Próspero. Una tarde de no sé qué año, me lo presentó Orison Pardo, amigo de él y por entonces secretario general del aprismo loretano. Vi que ambos se estrecharon fuertemente la mano y se abrazaron efusivamente, llamándose por sus nombres. Esa breve escena ha quedado registrada para siempre en mi mente y emerge como una noble referencia que alimenta permanentemente mi praxis política. Don Antonio, un personaje admirable, era pepecista y Orison, mi maestro era, es y seguirá siendo aprista. Sin embargo, esa diferencia política jamás melló la calidez del saludo, ni la sinceridad del afecto que ambos se tenían, ni la acción concertada en torno al propósito mayor que los unía. Fue una gran lección, sin duda alguna.
Ha fallecido don Antonio. Y la patria chica, esa frase que el acuñó para aludir a Loreto, o como quieran, el otro nombre de Loreto en sus discursos, resuena con más fuerza en mi corazón. Nunca una mejor definición para Loreto. Ésta es nuestra patria chica. Siempre lo fue. Lo dice la historia blasonada de actos intrépidos, de hechos audaces, de vidas bravías, de mentes soñadoras, de conductas valerosas, de espíritus corajudos protagonizados por héroes, pioneros, empresarios, soldados, intelectuales, hombres y mujeres del pueblo. Ésta es nuestra patria chica. Siempre lo será. Lo grita nuestro anhelo de ser un pueblo grande, un territorio en marcha, que mire el horizonte reclamando lo justo pero expulsando la quejumbre estéril, defendiendo lo nuestro pero sin ponerle barrotes al pensamiento libre.
Ha muerto don Antonio. Y cuando mi hija estudiante de Derecho y Ciencias Políticas me pregunta cómo era él, yo debo decir que fue un hombre sencillo. Lo único que lo distinguía de los demás eran sus enormes gafas y su infaltable conjunto de pantalón y guayabera de color azul. Debo decirle que le veía cantar con emoción el himno nacional con la mano derecha pegada al corazón, después de abundar en argumentos que nos hablaban de la inviabilidad de un decreto dictatorial que pretendía llevar la provincia de Ucayali a formar parte del nuevo departamento del mismo nombre contra la voluntad de la población. En el discurso de D’Onadío que era el discurso de todos los líderes de esa época, que era el discurso del pueblo, esa pretensión era una afrenta a la patria chica porque la patria chica no podía dividirse, no debía dividirse. Tremenda lección para quienes absurdamente pensaron en algún momento que dividir Loreto para crear otras jurisdicciones es una solución al atraso.
Y cuando mi hijo –el músico, el pianista- me pregunta quien fue D’Onadío yo debo hablarle de las luchas del pueblo loretano por conquistar el canon petrolero. Debo rememorar las marchas de las que participé, los lemas que agitábamos, las movilizaciones populares, las barricadas en las calles, la respiración entrecortada por el cansancio sin fin de las corridas, la contundencia de los paros, -los verdaderos paros- que convocaban a todos, las noches sin dormir, las ollas comunes, y los discursos de auténticos líderes loretanos que hoy yacen en el olvido de la conciencia regional. El hecho de que más noticia que el fallecimiento de don Antonio sea una primera piedra de una obra cuyo financiamiento y expediente técnico han sido ampliamente cuestionados lo dice todo. Aquí estamos perdiendo la razón, estamos olvidándonos de quienes somos, estamos tirando por la borda lo más preciado que hemos ido construyendo que es nuestra identidad regional.
Y a mis compañeros apristas que me ayudaron a pergeñar el plan de gobierno regional, les digo que podemos hablar de la justicia social, como el logro de una sociedad sin explotados ni explotadores, en la que todos tengan igualdad de oportunidades y en el que el estándar de la calidad de vida satisfaga las necesidades materiales y espirituales de la persona humana, pero esa aspiración no tendrá sentido, si ahora olvidamos a los líderes, héroes y pioneros que nos precedieron aquí en la patria chica. A ellos, y especialmente a los jóvenes les digo, que podemos orientar el desarrollo sostenible de la región, expresada fundamentalmente en el aprovechamiento racional de las potencialidades de sus recursos naturales, turísticos y humanos, promoviendo la aplicación de sistemas productivos con alto valor agregado, competitivos y generadores de empleo, pero ello será imposible si no unimos nuestros sueños a los sueños de quienes estuvieron antes que nosotros.
Y que no nos importe de donde venga el compañero de ruta en la construcción de Loreto. Si es troskista como José Sicchar o pepecista como Antonio D’Onadío, poco interesa. Ya lo dijo Haya de la Torre: la aproximación de los espíritus no destruye, la aproximación de los espíritus crea. Que así sea, en homenaje al espíritu guerrero y convocante de Antonio D’Onadío Lagrotte.
Tantos recuerdos vienen a la mente con este articulo sobre Don Antonio D’Onadio que,ciertamente ya pertenecen a ese pasado y pronto al olvido de una persona que dio tanto por nuestra tierra y que deberia ser recordado justamente por su sacrificio e interes hacia el progreso de nuestra region.Si, su guayabera azul era algo tipico de el,del maestro que en un tiempo fue en el CNI.Orison Pardo Matos,mi amigo y contertulio de tantas anecdotas cuando formabamos parte de la banda del CNI,trompetas,y del profesor Benigno Soto.Antonio Donadio jugaba futbol en el CNI,recuerdo a ese gordito que la sudaba al 110%.Yo era entonces un chibolo de no mas de 7 anos.
Don Antonio queria mucho a Loreto y siempre estaba involucrado en cualquier proyecto de transformacion sin importar la tienda politica.Su politica era Loreto y su progreso y su entrega hacia su mejora,era total.Si, se opuso a la separacion del Ucayali,como todos,excepto el gobierno peruano,por que existian en Loreto en ese entonces,sentimientos de movimientos separatistas del yugo centralista que hasta hoy existe.Siempre quiso ver un Loreto independiente administrando su propio destino y estaba a la cabeza impulsando el deseo de nuestro pueblo, no solo en esta causa,sino en otras relacionadas con la obtencion de mejoras para Loreto.
Se fue un gran hombre y su ejemplo queda en todos y no solo en los que pudimos conocerle mas de cerca.Seria apropiado que Maynas reconociera a Don Antonio D’Onadio por su carino,dedicacion y esfuerzos hacia el bienestar de Loreto.Si asi fuera,seria solamente una pequena muestra de nuestro agradecimiento por lo que hizo en bien de nuestro pueblo.Adios y gracias Don Antonio.
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