ESCRIBE: Bolero

El clásico lo ganó Universitario con ayuda del árbitro. Miguel Santibañez tuvo decisiones desacertadas desde el inicio. Todos sabemos que cuando se saca tarjetas amarillas de manera innecesaria se perjudica sicológicamente al jugador y con ello al equipo. Y eso hizo desde el inicio el señor Santibañez. Nadie sabe por qué se cambió a último momento. Porque Kevin Ortega estaba inicialmente designado y la CONAR lo cambió.
Pablo Bengoechea ya cumplió su ciclo en Alianza Lima. Es más, el partido que dirigió era más que su despedida. Será por eso que apuró su expulsión haciendo al final del encuentro todo lo que no se debe hacer. Pues invadir la zona prohibida más que una provocación era una invitación a la expulsión. Tal como hizo el árbitro. Curiosamente esa decisión de Santibañez fue quizás la más acertada y justa del partido. El penal, también.
Universitario ganó sin convencer. Y fue el triunfador de un partido donde se impuso el menos malo. Así es el fútbol dirán algunos. Pero ya es tiempo que el fútbol peruano deje esa característica tan mediocre que creíamos ya desaparecida con la clasificación al Mundial Rusia 2018. Ver este clásico ha sido un martirio porque los compadres demostraron que están en nada. Es un clásico de nuestro fútbol que no ha tenido clase. Mal hacen los hinchas cremas de alegrarse excesivamente. Ganar por errores terribles del rival no es para sacar la lengua al rival. Ese primer gol es una falla tremenda de Leao Butrón que, para ser sinceros, ya debe dar paso a un guardameta más joven.
Han sido más de 90 minutos -hubo seis minutos de alargue en el segundo tiempo- de inconsistencia táctica. No hay juego de conjunto en ninguno de los dos equipos. Y si Bengoechea se va de Alianza porque no obtiene resultados, Gregorio Pérez debe irse porque no obtiene una disciplina táctica que haga importante su presencia en la U.