A diario no somos conscientes de la información que circula sobre la salud humana, pero una película te puede decir mucho en los minutos que dura el film. Un fin de semana nos pusimos a ver la película «Aguas oscuras» y no pudimos conciliar el sueño fácilmente. Tenía el latiguillo: está basada en hechos reales, lema que persuade a mi suegra para la elección de las películas que desea ver. Un ganadero acude a un puntilloso abogado especializado en empresas por el daño por contaminación que sufre su finca y su ganado, de parte de una de las empresas más famosas del mundo como es la Dupont, empresa de gran trayectoria de contaminación en el mundo. El abogado se muestra al principio un poco renuente, pero el ganadero apela a la abuela de este para que pueda persuadirle y llevarle el caso. Al inicio poco involucrado, pero conforme va descubriendo lo que hay le pone todo el empeño, como convencer al Despacho que pueda llevar el caso. La compañía contaminadora le inunda de información con el propósito de neutralizarlo, él en lugar de venirse abajo logra leer y clasificar toda la información que le enviaron. Entre sus hallazgos está una sustancia que se utiliza para cubrir e impermeabilizar el armamento militar que es usado en los objetos domésticos de los hogares en el mundo como es el teflón, sí, el de los sartenes y ollas, juguetes y otros utensilios que alguna vez hemos usado. El teflón al tener esa sustancia es que causa muchas enfermedades, entre ellas el cáncer, malformaciones al feto, entre otras. La empresa contaminadora lo supo y calló. Esta es llevada a los tribunales donde, a pesar de los ardides procesales que malmete, finalmente, es derrotada y obligada a pagar una cuantiosa indemnización. Aunque, la película no tiene el  acostumbrado final feliz. Al margen de la considerable indemnización, lo peor de todo esto es que el teflón se sigue usando en los objetos domésticos en el mundo. Es decir, quien lo usa (usamos) está (mos) contaminado de alguna manera. El título de la película aguijoneó mi memoria en la contaminación petrolera de los ríos Marañón y otros ríos aledaños o de la contaminación del río Nanay como consecuencia de las actividades mineras en la floresta. Hace poco salió un estudio que advertía que la población indígena y ribereña en las zonas donde hubo esos derrames de petróleo está contaminada con mercurio en sus cuerpos y sabemos cuáles son las consecuencias; sin embargo, la noticia fue tomada con indiferencia en la región de la extracción del palustre. Desgraciadamente, las aguas siguen oscuras y muy contaminadas.

 

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