A por ellos

Por Miguel Donayre Pinedo

En estos días en que el verano da sus últimos suspiros y el fresco de cada mañana obliga a coger una manta he leído con mucha ilusión el libro de Ray Bradbury, Fahrenheit 451. Es un bello libro de principio a fin. Es una historia que en la que unos bomberos en lugar de apagar incendios quemaban libros, sí, libros para que la gente no piense, que sólo digirieran lo que les dijeran. El libro hace pensar y eso es peligroso – con razón las dictaduras políticas y mentales tienen alergia y aversión a los libros. Me recordaba al poblado literario de Isla Grande, donde sus pobladores ocupan el último peldaño en lectura [un amigo me contaba que los redactores de los diarios de esa isla no leen nunca un libro, es más, les causa más de una migraña]. El protagonista a raíz de una conversación con una chica se cuestiona, se le enciende la alarma y lee las páginas de un libro y su vida cambia. Huye a los montes donde se refugian vagabundos que cada uno de ellos a memorizado un libro para salvaguardar los quemen. Apelan a la memoria. El libro fija la memoria, Martha Nussbaum, señalaba que la lectura desde niños brinda un colchón emocional muy grande. Promueve la empatía, esa capacidad de ponernos en los zapatos del otro. Uno de los personajes le dice al protagonista que puede hablar con Thoreau, Aristóteles, Platón que son cada uno de las personas que ha memorizado a esos pensadores. Ojala a los bibliotecarios de Isla Grande se le iluminaran la mente y promovieran la lectura como podría ésta de Bradbury, y no ocuparse en estupideces como expurgar diarios y revistas que es casi lo mismo lo que hacían esos bomberos de la novela.