Cambios de piel

Moisés Panduro Coral

La velocidad de los desplazamientos migratorios de nuestra fauna política es verdaderamente sobrecogedora. Aquí no hay izquierda, ni derecha que valga. No hay centro, no hay nada. Aquí lo único que vale es que, aún distante la fecha electoral, los acomodos se vayan maquinando, los ingredientes del mejunje se vayan sancochando, los billetes se vayan juntando y los casi seguros candidatos se vayan mostrando en vitrina. Candidatos no importa de qué, ni para qué, ni con qué. Probablemente, ni por qué. Candidatos, simplemente.

En estas migraciones, las lealtades principistas importan un cobre partido por la mitad. Más todavía, importan nada, son un montón de ceros a la izquierda, carecen de interés. Las ideologías veranean y se van de vacaciones sin pedir permiso a nadie y, lo que es más, sin fecha de retorno. Las posiciones políticas ¡huiflas! no existen y las que se esgrimen son empalidecidas por el radiante antimonio de la cicatería que ha encontrado en las ubres públicas la fontana de su casi nunca trabajada, pero siempre bien aceitada y remozada prosperidad financiera.

No hay reglas que sirvan. La única regla mágica es agenciarse de unas enormes patas de canguro para saltar de un lado a otro, sin ningún esfuerzo, sin problemas y de forma impecable, es decir que no se note, que pase piola, que caiga bien. Y junto a esas patas de canguro recargadas, la clave está en forjarse una piel mezcla de camaleón, para como en la canción cambiar de colores según la ocasión, y de hipopótamo, para que no entre ninguna bala de reproche a este sutil comportamiento de veleta. El resto del trabajo lo hace la falta de conciencia: no hay remordimientos de conciencia en la fauna, por lo menos eso dice la etología.

Algunos migrantes se mimetizan: adquieren el color y las líneas del hábitat que les alberga. Parecen hojas verdes, pero no son hojas verdes porque llevan patas y antenas y, cuando no, escamas verdes que se desplazan besando el suelo. Otros tienen agilidad para trepar los árboles, y usando sus colas prensiles van colgándose de rama en rama gritando en lenguajes ininteligibles, haciendo gestos ridículos y tomándose la cabeza con las manos. No faltan los que vuelan alto aprovechando las cálidas corrientes de aire, dibujan círculos y piruetas impredecibles, y hacen uso de su espectacular visión para detectar despojos y lanzarse ansiosamente sobre ellos. Y están aquellos que bucean en aguas turbias, olfatean la sangre a kilómetros y hacen trizas a los que llevan heridas causándoles la muerte.

El mundillo de la política hoy es, ciertamente, una selva multicolor. Es como un juego de luces en una discoteca de piso enjabonado, una caja de témperas abiertas derramadas sin ningún orden en un cuaderno de dibujo, una aurora boreal en pleno mediodía del trópico. Eso es aceptable y representa un reto a enfrentar. Lo que sorprende ingratamente es que los colores migren así de fácil y tan rápidamente de azul a naranja, de rojo a verde, de amarillo a lila, de blanco a negro, de verde amarillo a rojo y blanco y así sucesivamente. Lo que preocupa es que esa migración se mueva con un dinamismo ensordecedor que va arrasando todo vestigio de lealtad a los ideales y de apego a los valores que la especie humana ha delimitado a lo largo del tiempo. Lo que abruma es que todos nos hemos vuelto displicentes, indiferentes, conformes ante este campeonato a muerte de desplazamientos políticos; que ya nadie se escandalice con ellos y que formen parte de la rutina, de lo cotidiano, de la normalidad.

Pero, no se preocupe. Es probable que este panorama desconcertante sea sólo una mala lectura mía respecto del transfuguismo, una pesadilla maquiavélica de cambios de piel, un producto de la imaginación de un político platónico que cree que aferrándose a sus ideales y a sus principios puede (todavía) contribuir a cambiar el mundo.

3 COMENTARIOS

  1. Me parece que eres un politico limpio, ojalá nomas no caigas algún día en las garras de la corrupción (la tentacion de la plata es grande, amigo) pero tienes que limpiar tu partido de ciertas ratas que pululan y que llegaron al congreso.

  2. Asi Se habla compañero , cuanto duraras por que yo cada vez k se presenta el chino me vi con el o sus hijos, jajajajajajajajajjajaja

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