Gallinazos de folios

Por Miguel DONAYRE PINEDO

Los días con poca luz son más largos y la noche es más corta. La farola de la calle está encendida desde casi las seis de la tarde hasta casi la siete de la mañana que todavía es noche cerrada. El aire helado que quiere cortar la cara traspasa mi carne cuando abro las persianas. El termómetro marca diez grados. Es tiempo de transición. Se agradece la lluvia que limpia la atmósfera de Madrid que anda muy contaminada, dicen los grupos ecologistas, que los que viven en Madrid tienen dos años menos de vida, que consuelo y resignación. Las caminatas diarias alrededor del parque de El Retiro que con buen clima son muy recurrentes por estos días son más esporádicas. Me siento en una banca, leo un libro o apelamos al monólogo interior. En este recorrido cada vez que puedo paso y me detengo en la cuesta de Moyano, donde venden libros usados y están los libreros de viejo – muchos tienen su página web. Cada vez que paso delante de las mesas con libros crece la esperanza de encontrar un buen libro. Uno que me guiñe, que me llame, que me seduzca. Encontré en la exploración de libros una novela sobre un robo de orquídeas y le echo el diente. Siempre voy con esa misma ilusión que un libro me cautive a la primera de cambios. Sin embargo, un sábado muy temprano por esta cuesta entró un carro con muchas cajas de libros y se detuvo frente de una de las casetas. Había personas esperando con impaciencia que se denotaban en sus rostros adustos, fumaban un cigarrillo tras otro y al ver a la furgoneta se abalanzaron sobre esas cajas a buscar, seguramente, novedades. Me entristeció el barullo, el gentío, seguro que son los libros de la biblioteca de un finado o de alguien que se ha desecho de los mismos.