ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel

Moyobamba es la capital histórica de la Amazonía peruana. Es donde se han producido las más ilustrativas batallas, entre realistas y patriotas. Es donde se produjo la primera batalla de Higos Urco que determinó la Independencia de Maynas, aunque hubo moyobambinos que se pusieron del lado realista, pero el sello de peruanidad se dio en su territorio. Y, en medio de tantas discrepancias, parece que existe la coincidencia en señalar la certeza que la mayoría de loretanos procedemos de esas tierras. Por esa y otras razones me gusta recorrer las calles moyobambinas y paso a señalar por qué me gusta la capital de la región San Martín.

Primero lo primero. Luis Vásquez Vásquez, director de la Dirección Desconcentrada de Cultura de San Martín, es quien le da el estilo hiperactivo a todo lo que gira en torno a la cultura. No está solo, pero dirige, lidera, coordina, activa, incentiva a todos, especialmente a los de su equipo y a los que están en otras oficinas públicas. Tiene muchas obras que mostrar, las de teatro, por ejemplo. Ahora, si nos centramos solamente en su tarea titánica de publicar libros demuestra no solo su amor por la lectura, el primero de los amores que se necesita para ser “ingeniero cultural”, sino que evidencia ante los demás que es posible desde una agencia estatal fomentar la lectura. Luis Vásquez merece más que este párrafo y seguro en su momento alguien se atreverá a escribir un libro sobre él, que tanto hace por los libros.

Segundo, mejor dicho, en esa misma fila, está Frank Donayre, de la Asociación Cultural Luis Hernán Ramírez. Todo un ingeniero cultural que, como siempre tendría que ser, ha hecho de la lectura un modo de ampliación de sus conocimientos complementado con la ampliación de amistades. Su disposición a la colaboración, su indescriptible labor hacia el mejoramiento de los índices de lectura y su participación en la vida cultural de Moyobamba ratifica que los ejemplos de buenas prácticas ciudadanas están en el interior del país. Grande, Frank. Como grande es Segundo Chuquipiondo en su afán de formar parte de un equipo ciudadano que ha encontrado en la cultura una manera se ejercer ciudadanía.

Moyobamba contagia. A pocos kilómetros está Nueva Cajamarca, Segundo Jerusalén, Rioja y otros pueblos que tienen sus particularidades. Todos, más los primeros, son la constatación de la migración andina y en sus calles se verifica que lo amazónico está presente con sus variantes no sólo idiomáticas, sino de cultura y comportamiento. Además, en esos pueblos está la comprobación que el reino de Dios está al alcance de los que quieren tomar ese camino y en su nombre se incursiona en la política y lo cotidiano. Pueblo y religión, creencia y sectarismo, fanatismo y voluntarismo en sus expresiones populares que la distinguen e igualan a las demás religiones.

Rioja. Cerquita a Moyo. Raúl del Águila es el personaje popular y es el fiel representante del riojano. Con su casa museo, con sus antigüedades, con sus ocurrencias, con sus bebidas tan exóticas como él mismo, con sus aseveraciones machistas que esconden un feminismo que en lugar de ofender a las mujeres las llenan de ingenuidad y sabiduría. Todo pueblo debería engendrar un rauldeláguila para que la picardía mezclada con sabiduría sea la constante. Si hablamos de los riojanos tenemos que admitir que allí se prepara el mejor avispa juane. Esa mezcla de chancho con arroz envuelto en hoja de bijao encuentra en esta tierra un sabor amazónico que da prestigio al plato y a la ciudad. Provecho.

Tiene un orquideario que es un bosque con fragancias fabulosas que la hacen digna de llamarse la Ciudad de las Orquídeas, que alberga, dicen, más de tres mil variedades, y las que uno puedo adquirir.

Tiene la zona del Tahuishco donde uno goza de la vista más amplia del valle del río Mayo y en la que el contacto con la naturaleza conmueve porque el viento, el cielo y, claro, cuando llueve, se convence que hay un Dios creador de tanta majestuosidad.

Los baños termales de San Mateo, a pocos minutos del centro de la ciudad, tiene una piscina atemperada en la que se puede practicar varios deportes. Agua caliente, agua fría, según el gusto o el ánimo del visitante y, claro, si tiene propósitos de mejorar la salud no sólo física, sino mental y, por qué no, amorosa. Puede uno llegar en la mañana o en la tarde y tendrá que permanecer hasta la noche porque el sonido, la conversación propia y ajena funciona como estimulante y hasta puede creer que esas aguas tienen metales que funcionan como imán para resistirse a dejar tan bella geografía.

La hermosa catedral donde, allá por los primeros meses de 1896, un señor llamando Juan José Vásquez llegó con una de las madres de sus hijos para inscribirlos como cristianos en la parroquia del pueblo y, mientras caminaba con sus descendientes, se maravillaba de esa impresionante geografía en la que sólo estaba de paso. Esas referencias han quedado inmortalizadas gracias a un proceso de digitalización de documentos que emprendió la parroquia porque es la manera que permanezcan los orígenes de un pueblo que ha mantenido su característica colonial en armonía con lo moderno.

Moyobamba, esa tierra de los ancestros loretanos, esa urbe de los incestos amazónicos, esa geografía esplendorosa donde el bosque forma parte del paisaje, esa gente que con su ingenuidad ha sabido competir y prevalecer en la historia, esa ciudad que es la capital de la región San Martín da lecciones de vitalidad en cada una de sus calles. Moyobamba es una de las mejores ciudades amazónicas y sus habitantes no están vociferando esa condición, sino que laboran ratificando esa particularidad que el visitante, nacional o extranjero, nota en cada instante.

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