ESCRIBE: Percy Vílchez Vela
*La obra es un puntual homenaje, un exacto reconocimiento, al pintor amazónico más importante de nuestro tiempo, al artista plástico selvático, que ha conseguido, con indudable eficacia artística, abarcar diversos planos de la compleja y complicada realidad amazónica.
Contemplado desde cualquier distancia, el cuadro de Gino Ceccarelli, titulado Mamaluna, parece flotar en el firmamento, vagar en el abismo del ámbito estelar. El fondo es de color negro encerrado en una especie de pilares que permiten el crecimiento de flores invertidas, de flores creciendo al borde de las aguas. En el centro del cuadro, flota una hermosa mujer de indiscutible apariencia selvática. Ella está sentada, tiene el torso desnudo y sostiene en ambas manos a la luna que brilla intensamente. No en vano el cuadro se llama como se llama, porque representa la fecundidad incesante, la maternidad formidable, la perpetua generación de la vida.
El cuadro referido es una creación al óleo sobre lienzo, mide 170 por 150 centímetros y figura en la página 32 y 33 de la obra publicada por editorial Tierra Nueva, denominado Ceccarelli y el otro mundo. El libro es de lujo, cuenta con puntuales escritos del autor de este mural, de Juan Peralta, de Manuel Cornejo, de Jorge Nájar, de Francisco Bardales y del mismo Jaime Vásquez. La obra es un puntual homenaje, un exacto reconocimiento, al pintor amazónico más importante de nuestro tiempo, al artista plástico selvático, que ha conseguido, con indudable eficacia artística, abarcar diversos planos de la compleja y complicada realidad amazónica.
Toda la obra del referido artista es una fructífera alianza, un enlace provechoso, entre lo imaginario y lo real, lo inventado y lo vivido, lo ficticio y lo verdadero, lo soñado y lo visto en la vigilia, lo terrestre y lo cósmico. El itinerario impresionante, que comenzó en 1973, con su primera exposición ocurrida en Lima y nombrada Bubinzana, es en síntesis general una fusión entre dioses y humanos. Entre ambos extremos palpita vigente el secreto sabio de los mitos, el luminoso saber de las distintas versiones de la creación del mundo, la vigencia de los seres vegetales, la ilusión de las utopías vernaculares y bosquesinas.
La planta maestra o liana de los sabios o ayahuasca tiene un rotunda y vigorosa madre. Las otras plantas de la fronda tienen también madres como voceras o emisarias del conocimiento y la sanación. La mujer selvática ingresó a la historia occidental con una imagen de valor y de coraje. Las legendarias amazonas son, antes que nada, fuera de especulaciones sobre su existencia, una expresión cabal de la vigencia durante siglos de lo femenino en el bosque. La maternidad extendida y proteica en la fronda es una fuerza histórica, una vigorosa defensa de la vida frecuentemente amenazada. De allí que uno de los pilares en la pintura de Ceccarelli sea la presencia constante de la mujer, ya como persona, ya como belleza generatriz, ya como mito fundador.
En el itinerario de la plástica amazónica, biografía que comienza en el formidable mural de la cueva de San Antonio, continúa con la pintura colonial religiosa, alcanza cierta madurez con algunos cuadros de César Calvo de Araujo, se estiliza con las luces y sombras de Eduardo Mesa Saravia, se reinventa con los aportes de Gladys Zevallos y desemboca en la actual pintura indígena, ha logrado abarcar tantos planos de la realidad selvática, describiendo una especie de Aleph boscoso, donde lo imaginario y lo real son una misma cosa.
De esa manera, Gino Ceccarelli funda una nueva estética pictórica a partir del color verde original, tan caro a los paisajistas, que casi nunca aparece en sus cuadros. De la amplia pinacoteca que viene creando incesantemente, con rigor y desvelo profesional, lejos de los oscuros arreglos de los publicistas y los marketeros, más lejos de los que reparten supuestas reputaciones y premios, surge una Amazonía más vital, más impresionante, más poética.
