Estudiante: Franshella Lizeth Castro García.
Grado:3ro. – I.E:6010120 Las Malvinas –Punchana
Asesora: Silvia Alfaro Cieza.
“Llena de Luna” es una obra del escritor iquiteño Gerald Rodríguez Noriega, docente, poeta y narrador de nuestra literatura amazónica. Pasó varios años en la bella provincia de Requena, recorriendo ríos y pueblos, escuchando un sinnúmero de historias, las cuales han impulsado la realización de este libro, motivados por aquellas tantas voces que quieren salir y darse a conocer.
“Llena de Luna” está inspirada en relatos amazónicos matizados con un ingrediente importante de ficción, usado de forma magistral por el escritor quien, en el desarrollo de cada cuento, nos va manifestando su profundo conocimiento no sólo de la Amazonía, sino también del empleo de figuras literarias, el dominio de los tiempos, y las diversas técnicas que enriquecen grandemente sus composiciones.
Todos los cuentos son narrados de una forma ágil y hasta adictiva, envolviendo al lector desde las primeras páginas de su lectura.
En este libro encontramos 13 cuentos divididos en párrafos y diálogos que nos facilita su comprensión y conduce al conocimiento cabal de la realidad que viven las personas abandonadas, discriminadas, aquellos que sueñan con un futuro mejor, pero, producto del infortunio, caen en manos equivocadas provocando una agonía en vida que le imposibilita un futuro mejor.
Los protagonistas de cada relato encierran historias individuales, muchas de ellas dolorosas, las cuales se constituyen en la justificación perfecta del porqué de su conducta. La psicología de cada personaje refleja la percepción que el autor tiene de la sociedad actual, una sociedad enferma de corrupción, desaliento e indiferencia ante el dolor ajeno. Se denuncia abiertamente la negligencia de los más “poderosos” quienes pretenden, y acaso consiguen, silenciar al poeta, al cantor, al pintor que denuncia los males, a través de su talento innato, cándido, quien no pretende ofender a nadie, sino que lleva en sí su propia concepción del sistema, de la realidad, del poder y que es condenado al mutismo, al desempleo, al anonimato sólo por pensar distinto. Tal hecho, lo vemos plasmado en el relato “La cabaña del pincel”, protagonizado por un personaje real, quien engalanaba la ciudad con sus pinturas misteriosas.
Encontramos realidades de personas que, por sus raíces, son considerados seres inferiores, cuyas demandas son desoídas por una clase burocrática que minimiza la fe y cosmovisión de nuestros pueblos indígenas y que la naturaleza castiga como una suerte de cosecha de lo sembrado, reflejado de tal manera en el relato: “Un lugar llamado Esperanza”.
Decepción, locura, traumas, chantajes…, estos y muchos males que hoy envuelven nuestra sociedad, se describen con tal objetividad en este libro que no nos deja nada a la duda.
No obstante, nos encontramos también con un momento importante de la obra, el cual tiene a la fantasía como ornato de todo lo que viven los personajes en medio de su pobreza. Una intertextualidad literaria que se ve claramente en el diálogo entre Sarita y Alicia, esta última, personaje protagonista del cuento: Alicia en el país de las maravillas, la cual alimenta las ilusiones de una niña de diez años atrapándola en un mundo de utopías conocida sólo por ellas y algunos otros personajes ficticios del cuento en mención. Nos referimos entonces a una especie de “doble vida”, en el buen sentido de la palabra, donde la protagonista experimenta una serie de peripecias; sin embargo, no pierde la ilusión y vive una realidad paralela con el personaje plasmado en la carátula de un libro y como es de costumbre, los adultos con sus normas y leyes dictadas por los más grandes, hacen que esta capacidad imaginativa, virtud absoluta que nace en la infancia, se vea obstruida y tal vez perdida para siempre. Ello lo vemos narrado en el cuento: “Perdón, señora Alicia”.
Cada ser humano puede transmitir a través de su vida un mensaje de paz, amor, horror, etc. Nuestras vidas pueden ser una melodía que impacte en el corazón y las vidas de las personas que nos rodean, tal vez no entonemos la quena con la destreza del ciego de “La última melodía”, pero estoy convencido de que podemos crear nuestra propia melodía con nuestros valores y buenas costumbres, las cuales, no deben perderse.
Finalmente, encuentro que esta obra no sólo es la voz de quienes necesitan ser escuchados, sino también el claro espejo de la realidad de nuestro país, entonces, ello me conlleva a pensar y formularme la siguiente interrogante: ¿Qué estamos haciendo para mejorar?
Este libro no es sólo un conjunto de cuentos muy bien logrados, es una puerta abierta a la reflexión y una invitación a ser mejores personas para de una vez, cambiar el rumbo de nuestras vidas y de nuestro país.