El calor de los trópicos se siente desde que sacas el pie fuera del avión. Es la misma sensación cuando llegas al aeropuerto de Isla Grande. Inmediatamente, sientes que el sudor reina en tu cuerpo sin hacer ningún movimiento. Estábamos en Bissau luego de una escala previa en Lisboa, era muy de noche. El vuelo dura más o menos cuatro horas y media desde la capital lusitana. Casi nada para un vuelo intercontinental, salvo por las condiciones en las que se viaja: asientos muy reducidos que dejan al cuerpo aliquebrado. Eran las once de la noche y de la ciudad vimos muy poco, salvo el descuido de las calles, casi sin pavimentar y con enormes hoyos que parecía un campo de golf; y la agitada noche en las discotecas que nos iba indicando el conductor del carro hacia el hotel. Es un país que carga como gramática emocional una guerra civil reciente y un pasado colonial brutal en su lucha por la independencia frente a Portugal. A veces da la sensación de los ánimos muy aletargados de sus habitantes – a pesar de emblemáticas plazas que llaman a la acción como el caso del revolucionario Che Guevara o el de Almícar Cabral héroe nacional que arengó y lucho por la independencia nacional frente al invasor portugués, Cabral murió en circunstancias nada claras. Son normales esos ánimos amodorrados luego de ese cruento pasado muy reciente. Básicamente es un país que se ajusta al modelo extractivo exportador. El producto estrella son los anacardos (el “casho” en términos amazónicos) y paramos de contar. De otro lado, el negocio en alza, como no, es la telefonía y se puede ver en las calles a jóvenes ofreciéndote productos de ese sector. Hay mucho desempleo juvenil. Se advierte la enorme dependencia con su excolonia por los productos que se venden, se importa hasta el agua de Portugal. De mi paso por varios países en África se nota la dependencia de estos con las transnacionales de los países coloniales y, donde, desgraciadamente, la relación sigue siendo neocolonial, casi de sumisión. El reparto de África por los europeos en 1884- 1885, la Conferencia de Berlín, fue funesto para todos sus habitantes y todavía no se levanta cabeza. Estos mismos países imperialistas ahora hablan de gobernanza y otras zarandajas ¿es un destino cruel? Es por eso que las novelas de Ngũgĩ wa Thiong’o aprietan la espita contra el olvido.
P.D. Casi un apunte a pie de página. El único país latinoamericano que tiene sedes diplomáticas y centros culturales en los países africanos es Brasil, el resto da la espalda a África. Perú tiene lazos con África eso es innegable, pero seguro que el cuerpo diplomático y los políticos miran para otro lado como demuestran los hechos. Nuestra infeliz visión cateta del mundo.
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