“Por los cerros de Úbeda”
Por Miguel Donayre Pinedo
Es una expresión coloquial, en el español peninsular, para manifestar de alguien cuando no va al grano, se pierde en disquisiciones inoficiosas. Amén de este chascarrillo, Úbeda, en la provincia de Jaén, es una ciudad donde predomina la arquitectura renacentista. Algunas de sus calles dan guiños a ciudades mexicanas con la misma estructura. Cuando mira el entorno de la ciudad pareciera que tiene delante un mar de olivares. Hay mucha oliva y no es extraño que en los bares y restaurantes te pongan como tapas de regalo, aceitunas – hay también personas africanas atentas para cosechar el olivo. Según refieren los cronistas es una ciudad de frontera en siglos, del dominio árabe se pasó al dominio castellano. Ahí, en ese punto coincide conmigo, me gustan más los lugares de fronteras. Son aguas de marismas, saladas y dulces, llamada también ciudad de las tres culturas: árabe, cristiana y judía. Estos lugares híbridos que despojan todo purismo sin sentido. Es un mestizaje que suma, da pujanza. El motivo del paso por esta ciudad es que es allí nació Antonio Muñoz Molina, un gran escritor español al que sigo la pista desde hace varios años. Su novela, “La noche de los tiempos”, es un bello alegato contra la guerra fraticida, la intolerancia como lo fue la guerra civil española. Me encanta como cincela la palabra, escarba sobre la condición humana con destreza, no se le escapa ningún detalle al cual saca partido a través de su escritura. Tenía curiosidad de fisgonear la urbe que forma parte de sus demonios personales y no me he sentido defraudado. La ciudad aporta limpidez y belleza, eso advierto en la prosa de este honorable ubetense.