Por: Moisés Panduro Coral

Voy a votar por Alan. Suena obvio, pero debo decirlo. A mi no se me puede preguntar por quien voy a votar, porque la respuesta será siempre que votaré por el candidato presidencial que el aprismo presente. La única forma de que yo vote por un candidato que no sea aprista sería que el aprismo no participe en un proceso electoral. Y aún así, en la eventualidad de no tener candidato, como ya ocurrió, la mayoría de apristas optamos siempre por votar en blanco, votar viciado o simplemente no asistimos a la votación. Eso hicimos en 1992, cuando en plena efervescencia fujimorista se eligió a los representantes al CCD, y lo repetimos en la segunda vuelta entre Ollanta y Keiko en junio de 2011.

Voy a votar por Alan, porque es un hecho que será el candidato del Partido. Y es mi deber apoyar al candidato del Partido. Es el único que se ha inscrito para las elecciones internas a realizarse en unos días más. Si nos preguntaran por qué no hemos inscrito otros candidatos, -que sí tenemos y de mucha calidad entre el medio millar de apristas de todo el país- nuestra respuesta sería la misma que daría un entrenador de selección que tiene en su delantera a un jugador experimentado, que lleva al equipo a remontar un marcador en contra, que traza y ejecuta estrategias de juego con su equipo, hace los goles del triunfo y pone su cuota de sudor y carisma para obtener el ansiado título. Les diríamos entonces: efectivamente, hay varios jugadores de calidad en el equipo, pero éste es excepcional y todavía corre toda la cancha, reemplazarlo en sus mejores minutos de juego sería jugar a favor del adversario, significaría que no queremos ganar el campeonato.

Nuestros adversarios ya han sufrido el talento goleador de Alan, por eso se esmeran en hacer aparecer árbitros tipo Chechelev o tipo ése último innombrable de la Copa América Chile 2015, que le saquen la tarjeta roja aduciendo alguna falta gaznápiramente inventada. Cómo hasta ahora no lo han logrado, presumo que le irán con la pierna en alto en todas las jugadas de aquí hasta abril del próximo año, por ejemplo: titulares anti Alan en el diario de Martín Belaunde, “testimonios” de “honorables” delincuentes; montones de “oropezas”, “sobrinos”, “brasiles” y “protegidos”; y “vinculaciones” hasta con la banda del Choclito. Será un festival parecido al que el montesinismo armó durante una década para removerle del escenario político.

Voy a votar por Alan, no sólo porque es mi deber partidario, sino porque es mi derecho ciudadano. Respeto la opinión –no el insulto, ni la bajeza, ni el infundio- de otros ciudadanos que con legítimo derecho optarán por otras candidaturas, pero en mi opinión, la situación por la que atraviesa el país requiere de un liderazgo que, sin despegarse del protagonismo que debe tener su militancia en las tareas de gobierno, sea capaz de convocar a otras mentes lúcidas y gestores probos para retomar el camino que el Perú perdió con el humalismo. Es urgente que el Perú vuelva al crecimiento económico del 8% anual, a la reducción de la pobreza a razón de 5 puntos por año, a construir oportunidades para que la clase media se ensanche con millones de nuevos miembros, a materializar los grandes proyectos energéticos, productivos, educativos y viales de la nación, a descargar un shock de obras que cambie el rostro social de los pueblos y llene dignamente el bolsillo y el estómago de la gente.

A quienes piensan diferente, incluyendo a los antialanistas multicolores, decentes e irascibles, pregunto: ¿qué otro líder o lideresa hay en el horizonte 2016 que tenga la experiencia de gobierno, la calidad de estadista y el éxito político que se le reconoce a Alan en el mundo entero y que sus adversarios y enemigos aquí en el Perú le niegan con una sordidez incomprensible?

Por todo eso, y más, voy a votar por Alan. No soy el único, lo sé, pero debo decirlo, es mi deber decirlo, y mi derecho también.

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