Reingeniería en el Frente

Moisés Panduro Coral

Una simpática periodista me pregunta acerca de lo que podemos hacer para que el Frente Patriótico de Loreto (FPL) vuelva a reeditar sus jornadas de lucha de épocas pasadas. Considero que la respuesta necesariamente pasa por unas pinceladas referenciales a lo que ha sido, hasta hoy, el derrotero del Frente.

Recuerdo que el primer Frente que se constituyó allá por el año 1978 recibió la denominación de Frente de Defensa de los Intereses del Pueblo de Loreto (FEDIP- Loreto). A los apristas que recién dábamos nuestros pinitos ideológicos, la composición social del Frente nos pareció lo más cercano a la estrategia del frente único de clases explotadas que preconizaba el aprismo, diferente a la línea estrictamente clasista que preconizaban nuestros adversarios de izquierda. El Frente se definió así como un espacio democrático de debate, de propuesta y de acción concreta que amalgamara a todas las clases sociales que en Loreto sufrían los olvidos del centralismo en torno a propósitos comunes por encima de las preferencias partidarias del pueblo.

Concurrimos por ello, en la aurora de nuestra juventud, a darle vida a ese Frente junto a miles de ciudadanos que asistían fervorosamente a las asambleas, movilizaciones y protestas. Sus líderes procedían de tiendas que cubrían el espectro político regional desde lo que podría considerarse una derecha conservadora hasta la izquierda más radical. El poder de convocatoria se sustentaba en la premisa de que los intereses del Frente trascendían los intereses específicos de movimientos y partidos políticos, de pueblos y de personas. Por eso, poco tiempo después se le rebautizó como el Frente de Defensa del Pueblo de Loreto (FDPL) que lideraron el legendario Antonio D’Onadío secundado por un personaje admirable como José Sichar, y con el vital aporte en el tiempo de  hombres como Jorge Luis Donayre, Orison Pardo, Tedy Bendayán,  José Barletti, Oscar Gómez, Luis Paz, Rony Valera, Iván Rengifo, Silfo Alván, entre otros cuyos nombres deben ser perennizados por alguien de mejor oficio que yo en el arte de escribir de historia.

Cuáles eran esos intereses que ligaban a los loretanos al iniciarse la década de los ochenta. Eran dos: la lucha por la obtención del canon petrolero y la defensa de la integridad territorial de Loreto. Nadie podría estar en contra de estas dos reivindicaciones. Es más, ¿Quién podría mostrarse indiferente?. Desde el obrero de la molinera hasta el empresario privado más exitoso, desde el poblador rural navegando en sus canoas hasta el habitante urbano que conducía su auto último modelo por el área monumental de Iquitos; desde la ama de casa hasta el estudiante secundario, el vecino, el pariente; desde Contamana hasta Caballococha, pasando por Requena, Nauta y Yurimaguas, el espíritu popular se ensamblaba férreamente en torno a lograr el 10% del canon petrolero como fuente de financiamiento para el desarrollo y a hacer respetar la soberana decisión del pueblo de la provincia de Ucayali de no pertenecer al nuevo departamento de Ucayali creado por el gobierno militar en junio de 1980.

El FDPL logró sus propósitos. Una lucha que se extendió casi hasta finalizar el segundo gobierno del Presidente Belaúnde. Sin embargo, en los años siguientes fue incorporando particularidades sindicalistas, gremialistas, empresariales, localistas y reducidas a la mera protesta que podían ser justas, pero que provocaron la atomización de la plataforma de lucha del Frente. El punto de inflexión en la pérdida de representatividad del Frente llegó cuando los compañeros de izquierda intentaron reemplazar a los partidos políticos con el Frente, lo que fue un desatino aún cuando el candidato propuesto por ellos fue don Antonio D’Onadío que dicho sea de paso ya había sido antes candidato del Partido Popular Cristiano.

Como el tiempo pasa y nuevos vientos soplan para desafiar el alma del pueblo, llegó la oportunidad para que el Frente se redefiniera. A fines de los noventa, los gobiernos de Perú y Ecuador celebraron contactos diplomáticos y reuniones militares con el objeto de poner fin al tema de los límites que Ecuador persistía en considerar como disputa. Entonces el pueblo loretano asumió la única postura que concordaba con su historia preñada de héroes y de soldados, de batallas con muchos muertos y sueños truncados, de coraje y dignidad por el territorio, y el FDPL se reconvirtió en el FPL. El FPL supo interpretar, canalizar y accionar la indignación que caló en el ánimo popular cuando se suscribió el Acuerdo de Itamaraty, y más específicamente el acuerdo de navegación fluvial manifiestamente poco favorable al Perú. Es en este momento cuando a los nombres arriba mencionados se suman los de Eloy Pizango, Armando Lozano, Orlando Escudero, Armando Ferreyra, Gladys Vásquez, y muchos más que ruego me disculpen si por espacio no los menciono. Ya llegará el momento de escribir reflexivamente sobre esta fase que yo considero relevante para la afirmación de la identidad regional en Loreto.

Después, nuevamente, el Frente fue perdiendo fuerza, plagándose de profusas reclamaciones, exuberantes declaratorias de no a todo, paros por cualquier cosa, exigencias sin sentido, pronunciamientos altisonantes, frondosísimas plataformas; y lo peor, infestándose de politiqueros y mercaderes que copan las asambleas con gente remunerada y que pasean -cual waripoleras de colegio- sus banderillas y logos en cuanta marcha se convoque y por el motivo que sea, en el afán de que les estampen la etiqueta de “luchadores” o de poner cortinas de humo a sus limitaciones y a sus negociados.

Estamos en esa etapa crucial. Por lo tanto, si me preguntan qué hay que hacer con el Frente creo que es el tiempo de redefinirlo en el fondo y en la forma. Retomar la línea de sus primeros impulsores, llamar a quienes trazaron el camino inicial, recomponer su base social sin partidarismos abiertos ni disfrazados, delinear su agenda con tres o cinco puntos congregantes dirigidos inequívocamente al bien común, elegir una dirigencia “polivalente”, rediseñar su estructura organizativa y sus mecanismos de financiamiento que le hagan independiente del poder público y económico; y tal vez renombrarlo sin que pierda su carácter de Frente.

Son algunas ideas. Espero que otros que al igual que yo conocen de la evolución del Frente en estos últimos treinta años, contribuyan a proponer acciones o líneas que lo rescaten de su ostracismo y su inacción.

1 COMENTARIO

  1. CIERTO ES , DEBERIAMOS HABERLO HECHO HACE MUCHISISISIMO TIEMPO, Y NO TENER DE DIRIGENTES A PAYASOS QUE SOLO DE ESCUCHARLES, NO SE SI DEBEMOS SENTIR RABIA , REIRNOS O VOTARLES COMO A JUECES QUE SIN NINGUN ARGUMENTO APOYAN A CORRUPTOS. AMEN

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