Así se llama una calle en la ciudad de Málaga que dio paso a una película en España, la rúa está relativamente cerca de la playa. Es una calle con halo de nostalgia. Esas huellas inglesas están a lo largo de la geografía española, y señal de una época también. Por tren en Cartagena, Murcia, hay un pueblo con el nombre de Portman, así en inglés, una pica en tierras de este reino. Es decir, que los ingleses por donde pasan dejan cierta huella sean estas de buenas o malas en recuerdos – el fútbol o el tenis es una de sus huellas por citar unos ejemplos buenos. Desde que llegué a España hace más de tres lustros una de las imágenes que retiene mi retina fue de unos muchachos ingleses vomitando en las calles de Madrid o armando un alboroto en los bares y calles, son la seña de identidad de estos tiempos de las personas del eximperio. Esas son imágenes alejadas de estos faunos ingleses contenidos en emociones que nos quieren vender y con cierto humor inteligente. Desde entonces asocio a las personas de esta nacionalidad de farra, bebidos hasta las cejas y causando un guirigay del despiporre en cualquier chiringuito que pisan. Pareciera que fuera de sus tierras protestantes se sueltan las amarras y beben como si fuera el fin del mundo a la medianoche. Estas mismas tradiciones de borracheras desenfrenadas, destrozos del mobiliario de los bares y bataholas se repiten cuando un equipo inglés (o polaco también) está de visita en Madrid por la Champions League. Con el añadido que la prensa inglesa, que va de imparcial en el mundo, ante la desbandada de sus coterráneos, y la obvia, reacción de la policía llaman abusos policiales. Estos bípedos, incluidos los periodistas, tienen una empatía hacia la gente empobrecida, en la Plaza Mayor, que pide limosna muy cerca de los esfínteres. Se ve que se burlan de ellas y les arrojan dinero para que los recojan del suelo ante las risas de estos mastuerzos. Es el camino de los ingleses en la globalización.

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