ESCRIBE: Percy Vílchez Vela
El varón que en sus últimos días se volvió un zapatero remendón, León Tolstoi, dijo pinta a tu aldea y serás universal. En el presente, donde los que manejan la sartén y cortan el pastel para ellos y los suyos pretenden imponernos sus modelos, sus diseños y sus estupideces, se hace más urgente hablar desde las aldea, reivindicar a la aldea, evitando así caer en la imitación simiesca, en la alienación perniciosa.
El musicólogo Luis Salazar Orsi, iquiteño talentoso cuyo excelente trabajo no se difunde en ninguna parte, ha estudiado en Europa, ha recorrido Europa, regresa a veces a Europa. Y conoce los oscuros mecanismos de la dominación, del avallasamiento, del neocolonialismo. Conoce lo que significa el bombardeo publicitario de los avances tecnológicos, los logros de la ciencia. Y sabe que no se puede confiar en los políticos locales, las autoridades de turno. Todas sus ilusiones de cambio y mejora se centran en las gentes sencillas, en los condados postergados, como una afirmación de la aldea local.
En esa orientación el referido acaba de publicar Lamasmanta, bajo el sello de editorial Tierra Nueva. El mismo es un libro de viajes. El itinerante ya no es el expedicionario ávido por encontrar tesoros, el misionero y su catecismo vertical, el científico de otros lares. Es un nativo del boscaje, un hijo montañero. Y su visión nada tiene que ver con los delirios, las alucinaciones, las locas ilusiones, las diatribas afuerinas. Es otra la visión de la propia realidad, donde desborda la genuina identificación con las gentes humildes, las creaciones populares, los personajes anónimos.
El eventual lector o lectora puede así conocer algo de la vida, y a veces hasta la historia, de esos lugares remotos, perdidos en la espesura. Y así realizar un viaje imaginario a través de nuestros propios lugares, conocimiento que nos hace tanta falta en un mundo ganado por las innovaciones tecnológicas de las comunicaciones. En verdad, somos una vasta aldea local subordinada al ritmo de los dictados de la aldea global.
Los que hemos nacido en una modesta aldea sabemos que la vida es intensa, frondosa, vital. Nada que ver con la imagen deleznable de creer que los caseríos son lugares aburridos donde nunca sucede nada interesante. El libro de Salazar Orsi nos confirma que en los sitios lejanos, que no figuran en los mapas, también está la vida.