Leía hace poco que en uno de los campos de concentración nazi, no de exterminio, uno de los detenidos pudo acceder a esa biblioteca y leer algunos textos literarios. Esa lectura, en parte fue su salvación mientras estaba en ese malhadado recinto. Le ayudó a afrontar la situación de muerte que vivía. Es muy curioso, y hasta asombroso, que la barbarie y la civilización ocupen ese mismo espacio, la del recinto, digo. Se confundan. Aquí tenemos un claro ejemplo, de la lectura como cura frente a lo ordinario. La lectura te aparta, por un momento, del horror que se vive. También en la vida actual, ante el desfile de la miseria humana en sus múltiples manifestaciones como la corrupción, por ejemplo, una dosis de buena lectura nos puede dar ideas para dar resistencia desde tu propia trinchera. Mientras leía que había esa biblioteca en un escenario tan espantoso como un campo de concentración, se me vino a la memoria una pregunta sí en las estancias del Putumayo, en el período cauchero, ¿en esas estancias se leía? Sí se leía ¿qué se leía?, ¿en Isla Grande que se leía? Recuerdo que algunos “intelectuales caucheros” leían a O. Spengler (agorero de la decadencia de Occidente, lo escribió casi al terminar la primera guerra mundial y en el barrunto de derrumbe del boom cauchero), pero en las estancias gomeras de la barbarie se leía algo, insisto en tono de pregunta. En uno de los testimonios indirectos del infierno del Putumayo se decía que los capataces caucheros prohibían que los Uitoto celebraran reuniones para mambear coca porque allí se contaban historias ¿estas historias relatadas y recreadas por los más viejos de las aldeas acaso no era una forma de lectura? Así tenemos que en un mismo escenario como la floresta de Perú se daba, otra vez, la desventurada concurrencia de la barbarie y la llamada civilización, parecen hermanos siameses que se funden hasta parecer un solo, como lo advirtió Walter Benjamin. Esta misma situación, llevándola a un escenario como Guantánamo o en un Centro de Detención para Inmigrantes, donde hay personas injustamente detenidas ¿Qué se lee?, ¿habrá bibliotecas? Entre la fronda de preguntas me asalta el verso de la poeta Ana Varela: y anuncian progreso/ y anuncian barbarie.

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