Un panel no ganará la revocatoria

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La creatividad peruana, a propósito de la revocatoria de la alcaldesa de Lima Susana Villarán, se ha volcado intensamente en las redes sociales. Estos dichosos paneles que ha puesto la burgomaestre por toda la capital con fotos muy bien trabajadas y con la palabra NO que adjunta un lema, valor, deseo (o sea nada) con gente bonita – sobre todo del espectáculo – está siendo cambiado de cualquier modo en las redes.  La mayoría, por supuesto, de gente que comulga con esta estrategia, o mejor dicho, con la aspiración de seguir viendo a la buena “Susanita” en la alcaldía, pero hay también un montón de cibernautas que se burlan sin tregua de una acción electoral que parece desesperada.

Para ser un proceso de revocatoria, es innegable esa  inmensa maquinaria que, debido al tiempo que falta para el proceso en sí, parece que será contraproducente con el objetivo que busca. La idea de dividir el electorado capitalino en bandos del bien y del mal, partir las aguas en antes y después de Villarán o la falta de carisma popular y cintura política de la alcaldesa capitalina, parece que jugarán inexorablemente con sus aspiraciones. Que mal, pensaba, como muchos, que esta gestión debió tener el tiempo suficiente para demostrar que naciendo “pituca” pero con corazón rojo, se podría sintonizar con la gente y motivar otros aspectos de una gestión municipal, que no solo tengan que ver con las gradas.

Porque del otro bando esa parece la discusión. Es decir, si Castañeda o las anteriores gestiones construyeron más o menos escalones de unas escaleras que seguramente llevan a la pendejada. Aunque desde provincias se ha escuchado que en un estricto sentido democrático, la revocatoria de Lima no tendría por qué no darse por el solo hecho de ser la capital o de jugarse otros intereses. La revocatoria es (también) un instrumento político, claro que sí. La ingenuidad o torpeza es pensar que en ciudades grandes no se podrían llevar a cabo o que el sólo hecho de ganar una elección ya basta para dormirse en los laureles de una gestión y descuidar el trabajo político que en el caso de Villarán ha sido evidente.

La revocatoria debe ejecutarse, no cambiarse y, mejor aún, perfeccionarla. Es cierto que este proceso ha hecho despertar la gestión limeña y eso ya es algo, porque ahora se anuncia obras por todo lado con la esperanza ingenua que la gente se coma ese filete y cambie de opinión el 17 de marzo. Puede ser, porque uno nunca entiende del todo a la masa peruana, pero como va planteada la campaña en sectores inadecuados con defensores inadecuados y con un lenguaje recontra elitista todo parece que los dados están por echarse. Yo también pensaba que el proceso en sí no se llevaría a cabo porque una “ayudita” desde el gobierno a través de la Reniec y la Onpe se iba a producir, pero me equivoque y ya con el caballo en marcha la cosa para los dueños de estos paneles se pone color de hormiga.

Uno de ellos, por ejemplo, dice. ”Yo digo NO a la exclusión” con las manos cruzadas de Susana Baca. Una peruana ejemplar que casi ningún peruano de los que están a favor de la revocatoria ha escuchado y si la conocen seguro la asocian como ministra ajena al despacho que ejerció. De alguna manera algo de los que se le acusa a Susanita.

Pobre “tía”, da pena en verdad. Espero que un golpe de suma creatividad o algún fenómeno similar al que la encumbró la hagan permanecer en el sillón municipal, despertar y sacarse el clavo. Lo peor de todo es que al otro lado no hay nadie, sólo Marco Tulio que no sabe si ya va empezar a cobrar para salir en los medios porque tiempo le falta para exponerse malcriadamente con todos los que acusa de “caviares, pitucos o haraganes”, con toda la “concha” de quien sabe que no tiene nada que perder. Tal vez lo mejor que podrían ir haciendo (aparte de las maletas) es ir buscando otro “win” que pueda realizar nuevamente la campaña para lo que queda de la gestión y de paso no perder trajín político – electoral por parte de una izquierda que aprenderá más de esta posible derrota de lo que aprendió por dividirse y alejarse de su raíz popular.

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