ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel

Tolú posee una de las mejores playas del mar Caribe. Ahí viven los pobladores que muestran una amabilidad contagiante. Arena, sol y agua son sólo partes de un paisaje donde la gente y la comida complementan una estadía que bien podría durar meses, si es que las vacaciones no fueran tan cortas.

Todos los caminos conducen a Tolú. Es una frase perfecta. Porque cuando uno está próximo a sus playas los colombianos se empecinan en señalarle el camino. Está ubicado en la costa Caribe colombiana. En el golfo de Morrosquillo. Pertenece al Departamento de Sucre. Si se moviliza en auto propio Tolú se encuentra a una hora de la ciudad de Sincelejo, a hora y media de Montería, a dos horas de Cartagena, a nueve horas de Medellín, a dieciocho horas de Cali, a veinte horas de Bogotá. La bibliografía existente sobre este pueblo afirma que es el punto de encuentro y partida más importante de la zona. Pero es más que eso. Es el punto ideal para quedarse a disfrutar de unas lindas vacaciones. Tiene todo a la mano y si es en período bajo los costos de los servicios y de los productos son accesibles porque puede costarle cinco dólares el alojamiento, otros cinco el almuerzo y si quiere tomarse unos tragos puede gastar otros cinco y pasar un día maravillo de sol, mar y playa.

¿Qué características tiene el pueblo? Muchas. La población es mayoritariamente negra. El trato a los visitantes es amable y directo. Uno de los conductores de las famosas “bici-taxi” al notar que buscamos hospedaje nos da una serie de posibilidades. “En todas me dan mi comisión, amigo, así que si decide por cualquiera de estos le hace ganar unos pesitos a este pechito”, nos dice mostrándonos la piel cerca del estómago. Pero no sólo es amable sino bien informado sobre la historia de su pueblo. Con memoria envidiable nos indica que Santiago de Tolú fue fundada por el español Alonso de Heredia (hermano de quien fundó Cartagena de Indias) en 1535 y está a sólo dos metros sobre el nivel del mar. Tiene treinta y seis mil habitantes y la temperatura promedio es de veintiocho grados pero sus aguas son tranquilas y cálidas ya que durante casi todo el año tienen una temperatura de veintiséis grados. Nos quedamos asombrados por la cantidad de información que nos estrega y su convencimiento casi religioso que debe tratar bien a los turistas porque “ellos nos dan de comer, señor, ustedes nos dan de comer, así que es nuestra obligación tratarlos bien”, nos dice mientras apreciamos las playas en una vista nocturna maravillosa mientras muy cerca nos ofrecen “cebiche de camarones fresquitos a sólo cinco mil pesitos”.

Cuando uno llega al lugar, rápidamente es abordado por quienes le ofrecen los servicios más diversos. Eso se explica porque la mayoría vive del turismo y están conscientes de ello. No maltratan al visitante. Y cuando uno recorre las playas que están aledañas a la calle principal, aun siendo pequeñas, se toma un día de sol maravilloso en ellas porque tiene todo a disposición. A cinco metros de la playa encuentra una señora amable que le prepara la comida para la ocasión: pescado frito, patacones y arroz. Así que mientras uno se baña en las tranquilas aguas puede, de cuando en cuando, saborear el pescado fresco. Y, claro, tomarse todo el tiempo que sea posible para escoger la artesanía de la zona (rica en collares, pulseras y aretes) siempre con la atención amable de un comerciante que está dispuesto a las rebajas más increíbles, “para que ustedes se vayan contentas, amiguitas”, les dice uno de ellos a Mónica, Daniela y la tía Gloria, las mujeres que nos acompañan en esta travesía colombiana, que en cuanto a costa se refiere no puede elegir mejor inicio que Tolú.

No pudimos disfrutar como quisiéramos de la vida nocturna. Pero quienes lo hicieron nos recomiendan la discoteca Territorio que está cerca a la plaza central donde la rumba está asegurada, igual que la compañía para la rumba y lo que pueda pasar. Decimos que no pudimos porque en verdad uno termina agotado por la jornada.


Una particularidad de Tolú es el recorrido obligatorio por las calles en el medio de transporte típico: unas bicicletas o triciclos equipados con la mejor música del momento y maniobrados por nativos, aunque si se prefiere puede conducir uno mismo.


Tolú es un pueblo maravilloso donde pocos viven de la pesca, una minoría de la ganadería y los menos laboran en empresas pequeñas o grandes que existen en la zona. Tiene todas las características de un pueblo. Con los servicios indispensables como internet, correo, bares, tiendas, escuela de buceo, oficina de turismo, supermercados, restaurantes y todo lo necesario no sólo para no aburrirse sino para disfrutar de una estadía corta o prolongada. Según los lugareños, los meses de verano más intensos son de noviembre a marzo. Entre junio y setiembre aparecen lluvias aisladas. Pero es en octubre donde se siente con más continuidad las lluvias que perjudican la presencia en las playas. Nosotros recorrimos el pueblo en febrero y pudimos disfrutar del sol y un paisaje incomparable, donde parte de la decoración era un caparazón de tortuga de mar, y en las mañanas un loro casi impertinente nos señalaba que ya había amanecido y era hora (siete de la mañana) para saborear una arepa de huevo antes de sumergirse en las aguas del mar Caribe y en medio de las olas atemperadas. Las miradas hacia el infinito nos demuestran que la tierra es redonda y la compañía amabilísima del tío Eberto y la tía Gloria son la expresión total de la cordialidad colombiana, de cómo se ama al país donde uno ha nacido y nos hacen receptores de una atención que ojalá algún día podamos retribuirles, válgame Dios.

Pro & Contra, 20 de abril de 2009