La vida política peruana va de seísmo en seísmo, avasallando las instituciones. La descomposición de la clase política viene desde muy lejos, miremos a los actuales representantes por Loreto (seguro de otras regiones también) y a los grupos con los que están conectados patrimonialmente, es de seria preocupación. Ni los que gobiernan ni los gobernados hemos hecho nada para cambiar las reglas de juego – alguien decía que la ciudadanía es un oficio que se aprende todos los días, y poco aprendemos añadiría. La brecha entre legalidad y legitimidad se ahonda cada día más perjudicando a la ciudadanía. Así que tenemos poco para llorar. El Estado ha sido secuestrado por una panda de facinerosos cuya conducta linda con el delito, la expresión máxima es la nominación del actual Premier- es un digno representante de intereses oligárquicos amalgamado con racismo y machismo a flor de piel. Es decir, de ejemplaridad pública vamos al debe. En la actual situación política hay una suma de errores que nos ha llevado a este caos muy recurrente en la vida política. La apuesta en solitario del expresidente Vizcarra – salvo caso en contrario, ha cosechado lo que ha sembrado. Su envite en solitario mostraba muchas debilidades, más teniendo a las sierpes ponzoñosas al lado. No sé quien le aconsejó que desdeñara al Congreso – sí, sabemos que el Congreso debe recibir un cordón sanitario porque, casi todo, lo que se cuece allí huele a chamusquina, pero no se puede ignorar a este poder público por más vilipendiado que esté ¿Quiénes votamos a los actuales congresistas? Hay que negociar hasta con el diablo, sí es posible, pero poniéndose ciertas líneas rojas. Pero no fue el camino de Vizcarra ni del Congreso para buscar salidas. Lo cruel de todo esto es que el poder legislativo se ha disparado en el pie. En lugar de defender la Constitución y las leyes ha ido contra ellas. Se grafica la democracia de baja intensidad en la que vivimos.

 

P. D. El desmedido uso de la fuerza y la brutalidad contra los que ejercían el derecho de manifestación es de gran preocupación. Hay jóvenes que han muerto, ojalá se sindiquen a los responsables.

 

Sin querer el Congreso ha tomado protagonismo en esta transición ¿puede ser un árbitro fiable y que vele por la ciudadanía?

 

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