Tsunami
Por Miguel Donayre Pinedo
Muy cerca de casa, a unas calles hay una lavandería donde acudía para dejar trajes que no se pueden meter en la lavadora. En dicho negocio me atendía un señor entrado en años, muy amable. Era gallego. De un día para otro dejé de ver al señor. Leí en la puerta del negocio que había fallecido. Sí, fue de un momento a otro. El negocio se quedó a cargo de su hijo ya algo mayor y su madre. Un día conversé con el hijo y me dijo que lo de su padre fue un mazazo. Que no se podían levantar, les faltaba fuerzas. La madre ayudaba en el negocio, a pesar de sus años ella arrimaba el hombro. Han pasado unos meses y no veo a la madre, parece que ha fallecido. Todo esto ocurría en menos de dos años. El negocio abre cuando quiere y cuelga el letrero, se alquila. No hay horarios o por las mañanas o por las tardes. Al hijo lo observo de lejos, está como si hubiera pasado un huracán o un tsunami. Está devastado. Con la mirada perdida, y a veces, como si hubiera consumido mucho licor. Me pregunto ¿Qué le ha pasado que no puede levantarse?, ¿Sigue en el duelo luego de un hecho traumático? ¿Qué nos pasa a las personas que, a veces, nuestras reservas afectivas y morales se van al traste? Mientras tanto Murdoch y compañía juegan con el dolor ajeno.