Séneca en busca de asilo
Por Miguel Donayre Pinedo
Este es un país donde el diálogo es poco frecuente. Se polariza en cuestión de segundos. Abruptamente irrumpe la desmesura. Vencen los gritos. La descalificación, el insulto, gana la verdad a medias o la media mentira que en el fondo es una mentira. Son muy proclives a las conspiraciones. El consenso es una quimera engalanada de telarañas. No hay respeto al rival – ¿debe ser el legado de la dictadura franquista? La prudencia huye despavorida cuando desgañitan [me recuerda la vida pública perulera]. Digo esto a raíz de la persecución mediática de acoso y derribo al entrenador del Real Madrid. Es cierto que se equivocó con su conducta en el último partido contra su eterno rival, pero de ahí a ir a por él, es una estupidez. En la otra ribera, aquí se perdonan e indultan los excesos verbales del entrenador del Barcelona, este puede gritar, insultar, lanzar barbaridades y las hordas de periodistas aplauden – ese es el nivel del periodismo deportivo, sumiso y de halago fácil. ¿Por qué no encontrar el justo medio?, ¿tanto cuesta? No creo ni en santidades ni en demonizar a las personas, es un perverso ejercicio maniqueo. Sí Séneca despertara, ordenaría al momento, ¡Apaga y vámonos!