El día que llegamos a París era de tarde noche. Del aeropuerto de Orly hasta la ciudad en la hora punta hay que armarse de paciencia. El conductor del taxi nos comentaba que el carril para que vayan los taxis no se respetaba y todos iban por él en pleno atasco. Refunfuñaba y decía que no era lógico. Me llamó la atención que en el país de Descartes la racionalidad estaba en retirada, le dije al conductor que atinó a mirarme ceñudamente por el espejo retrovisor. Había puesto de fondo música en español/castellano, los sonidos eran, preferentemente, de salsa. El chofer chapurreaba español y pudimos decirnos algo mutuamente con todas nuestras limitaciones. Mientras estábamos en el atolladero recordaba los relatos de Julio Cortázar sobre estos atascos urbanos parisinos que narraba con admirable precisión. Era una crónica de la carretera. En el macuto había puesto una novela de Enrique Vila- Matas “Paris no se acaba nunca”, un ensayo de Marta Sanz “Monstruas y centauras” es un alegato doloroso y vivo sobre la reivindicación feminista, algo de Derecho y el libro de viajes de Camilo José Cela “Judíos, moros y cristianos”, es decir, iba con cierta munición. Muchas veces, casi siempre, suelo llevar más libros de lo debido porque en el viaje suelo mordisquear menos de los que pensaba leer, confieso que todavía no doy con la medida exacta. Mi ignorancia del francés me hacía aguzar otros sentidos como el de leer los mapas, F es una experta. A mí me cuesta un montón pero tenía que apurar sino quedaba fuera de ruta. El taxi nos dejó en un hotel cerca del Arco del Triunfo, un hotel austero pero bueno. Cuando el taxi atravesaba este famoso monumento recordaba los apremios de mi padre para cruzarlo cuando estuvo por estas tierras en aquellos setenta, parecía un cuy en tómbola, me dijo. Dejamos las maletas y nos pusimos husmear el barrio esa noche, el buen tiempo hace salir a la gente a la calle. Era un poco para situarnos. Había quedado en este viaje también encontrarnos con el poeta Jorge Nájar que vive en París. Era la tercera vez en París y el buen tiempo acompañaba.

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