Salvador (BA) - Milhares de fiéis comparecem à Praia do Rio Vermelho, com oferendas para Iemanjá, durante as comemorações de seu dia.

Salvador de Bahía.

Todas las mañanas muy temprano, el sol rompía en el cielo a las cinco, salía a andar por el paseo marítimo de Río Vermelho, en Bahía de todos los Santos, en Brasil. Se respiraba a poesía por la Rua da Paciência, así se llamaba la senda. No hay nada más poético, y filosófico, que el nombre de esta calle, que tenía como vecino al Océano Atlántico. Pasear era muy gozoso porque  a praia está salpimentada de amor. Cuenta Jorge Amado, quién vivía a unas cuadras de este malecón, que este paseo está rociado por el amor imposible de un triángulo amoroso. La amante, Moena, se arrojó al mar detrás de la carabela que partía a Portugal donde iba su gran amor Camaruru. Un gesto valiente de Moena porque el amor, como bien sabemos, no es para cobardes. En este mismo paseo marítimo está el templo de Yemanjá, un dios marino, que los pescadores rinden culto, acudía siempre a mirar ese pequeño templo pintado de blanco con murales al dios marino. Uno de los lugares que más recuerdo de los viajes es este lugar de Bahía, por su poesía, que me permitió entender mejor las novelas de Jorge Amado como el barrio de Peleurinho donde se filmó “Doña Flor y sus dos maridos”. Son cidades donde la poesía no está reñida con la ciudad. Hay un implícito flechazo. Uno de los barrios del centro de Madrid, quedaba al lado del Olmo, se llamaba Las Musas, sí, bello nombre de inspiración constante, hoy la han cambiado por el de Las letras, que hablando en oro, dice poco. Hay otra calle de Madrid que se llama “Paseo de los melancólicos”, rebosa de poesía con solo pronunciarlo. Hay un cronista de Madrid que señala que hubo calles y pasajes con gracia poética, que el nuevo callejero ha ido quitando, como el Pasaje de la Duda, sí mal no recuerdo, la calle del Desengaño. Pero en Isla Grande, en medio de la floresta, no hay en el callejero una con inspiración o alusión poética ¿El pasaje Garisho, puede ser uno?, somos pocos dados a la poesía. Hay que reconocer que somos descastados. Por lo general, el callejero está con nombre de militares, “ínclitos” civiles, de ríos y países ¿Hubiera que desmilitarizar el callejero y aliñarlo de poesía? Por ejemplo, hay un vals que suena desde principios del siglo XX que es “La contamanina” ¿Hay una calle con ese nombre en la cittá? Me parece que ninguna lleva el nombre del vals. O para hacerlo con gracejo porque está en el habla coloquial ¿Hay una que se llame Huashalado o Washalado? No, nuestra solemnidad militarizada nos mata. Humedezcamos las calles de poesía como hizo Moena a las playas de río Vermelho.

D. Recuerdo que en el medio rural hay más salero con el entorno que se vive. He escuchado nombres de lagos como el de Shañococha, Calzóncocha, entre otros.

https://notasdenavegacion.wordpress.com/