En la Semana Santa del mal año del 2015, mientras los demás se recogían para meditar sobre sus actos y deficiencias en bares de mala o buena muerte, tantas autoridades aprovecharon el feriado largo para hacerse pasar por donantes. Como si se hubieran puesto de acuerdo, cada uno agarró sus mochilas escolares, previamente adquiridas en comercios de varias partes del país, y se fue a donar en cualquier escuela o colegio de la ciudad y los alrededores.

El desborde de la creciente no fue impedimento para que esas autoridades continuaran con la campaña educativa. Y navegando en ligeras canoas o nadando como atletas de las aguas consiguieron llegar hasta los lugares donde eran esperados por sus partidarios. En seguida venía el acto de la entrega de la mochilas que siempre contaba con los difusores de la noticia regalona. El largo fin de semana no bastó para que esas autoridades acabaran con las mochilas, por lo que en los días siguientes continuaron regalando esos objetos. Para agenciarse de más mochilas se vieron precisados a malversar los presupuestos, lo cual les colocaba en situaciones difíciles ante la justicia.

En esa época aparecieron las denuncias sobre escuelas derrumbadas, colegios en mal estado, retraso del inicio de clases en varios lugares, estudiantes inundados, ausencia de profesores en las aulas y otras lacras educativas de siempre. Las autoridades en vez de tomar medidas contra esos desastres, decidieron incrementar las donaciones de mochilas. Fue así, y no de otra manera, como terminaron de bodegueros regalones y lo único que hacían todos los días de sus gestiones era agarrar sus mochilas y visitar las escuelas y los colegios que estaban a salvo de la ruina. No les importaba si regalaban varias veces en un mismo centro educativo y se estrellaban entre ellos en la puerta de cualquier colegio.