ESCRIBE: Isaac Baggio, colaborador

Cada 11 de septiembre el mundo recuerda 3 grandes tragedias. En 1714 los borbones anularon a sangre y fuego la autonomía catalana, por lo que esta fecha ha sido escogida por esta nación para marcar su «diada», donde se realiza una de las mayores marchas cívicas populares del planeta. En 1973 el general Pinochet derrocó en Chile al gobierno «socialista» constitucional muriendo en dicho acto el presidente Salvador Allende. En 2001 cerca de 3,000 personas murieron cuando los aeropiratas de Bin Laden secuestraron 4 aviones, dos de los cuales se estrellaron contra las Torres Gemelas de Nueva York, hecho que origino la cadena de guerras «antiterroristas» en las cuales han fallecido millones de musulmanes en Afganistán y el Medio Oriente.

Ahora esta fecha coincide con la de la muerte del último dictador peruano, Alberto Fujimori, quien falleció a la misma edad de 86 años y en el mismo día en que 3 años atrás se fue para siempre su Némesis Abimael Guzmán. La diferencia entre ambos líderes políticos es notable. Quien se autoproclamó como el «Presidente Gonzalo» pasó sus últimos años solo en una cárcel sin recibir visitas, ni siquiera de su esposa. Su cuerpo no fue entregado a sus parientes o amistades, sino que fue incinerado y sus cenizas desperdigadas en un lugar oculto. Castillo y el Congreso se unieron para aplicar esta pena de postmuerte única en el globo aplicada a un compatriota muerto en una cárcel de su propio país. En cambio, Fujimori, pese a haber sido uno de los 7 mandatarios más corruptos del mundo y haber sido condenado por crímenes de lesa humanidad, salió indultado y, estando libre, hasta planteó poder volver a ser candidato. Dina Boluarte ha decretado 3 días de duelo nacional.

A pesar de que en 2021 la mayoría de los peruanos votaron para impedir que el fujimorismo llegue al poder, este se ha metido por la puerta trasera y hoy controla los poderes ejecutivo y legislativo y parcialmente el judicial. Pese a que en su entierro se le rendirán honores de estado, este no va a tener multitudes, como si lo tuvo el funeral de Haya de la Torre hace 45 años.

Sin embargo, el legado de Fujimori es inmenso. Su carta magna y modelo socio-económico siguen vigentes, mientras que partido es quien controla los hilos del poder. Hoy, empero, para su hija Keiko ya no va a ser tan fácil querer utilizar la imagen de su padre como potencial candidato para desviar la atención del juicio que tiene en su contra.
*Politólogo economista e historiador con grados y postgrados en la London School of Economics.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí