El pasado viernes hubo un conversatorio en el colegio CNI titulado Arboricidio de los Bosques de la Piña, Umarí y Palo de Rosa, organizado por el Comité de Defensa del Agua con el apoyo de distintas organizaciones sociales. El contenido del evento se basó en informar por fuentes directas la brutal deforestación que está sucediendo en Tamshiyacu. Dos campesinos activistas del referido lugar y una ingeniera defensora de los derechos de estas personas fueron los encargados de exponer la cruda realidad que les toca pasar. A esa zona llegó una empresa transnacional que, bajo el pretexto de la producción de cacao viene deforestando al momento dos mil quinientas hectáreas de bosque, más de cinco veces el tamaño de la misma ciudad de Tamshiyacu, en tan sólo tres años realizaron semejante arboricido lo cual afecta de forma multidimensional nuestro ecosistema. Los habitantes de esta zona, básicamente se dedican a la agricultura; el umarí, la piña y la poma rosa que compramos en los mercados o en las esquinas de la ciudad en su mayoría provienen de Tamshiyacu; las actuales autoridades políticas dieron pase libre a que ésta empresa extranjera venga a nuestra selva y deforeste inconscientemente millones de tierras dónde vivían diversas variedades de animales, aves, felinos, insectos, reptiles, mamíferos, plantas, árboles, flores, quebradas, ríos, el aire; a esas personas que vienen a Perú para enriquecerse sin importarles el daño que ocasionan al mundo y a los que habitamos en él, a esas personas el gobierno dio pase libre y a los propios de la tierra, la espalda. Los señores campesinos testificaron que no sólo depredan selva virgen, sino que también invaden sus propiedades, tienen título de propiedad pero al monstruo empresarial no le interesa para nada lo legal ya que la cabeza del Estado apertura sus actos atroces. Muchas quebradas han sido rellenadas con tierra compacta obstaculizando el libre fluir de las aguas que circulan por distintos afluentes hasta llegar al Amazonas. El mismo procedimiento se realiza en todo el terreno, deforestan los bosques y lo rellenan con arena; desde fotos aéreas, ya que está prohibido el acceso a estas zonas, se pudo observar el paisaje desolado, grandes tierras donde antes hubo vida hoy dan la sensación de un desierto tétrico, hacían referencia a la similitud con lo que pasa en las tierras explotadas por la minería en Madre de Dios. Ósea el pretexto de la producción de cacao es puro floro, ahí no hay forma que crezca nada, la tierra productiva la enterraron, están matando el planeta. Estos mercenarios que trabajan para los asesinos del bosque, son hábiles para mentir a los hijos de la tierra, por cien soles compraban una hectárea cuando esas tierras por toda la riqueza que habita en ellas deberían costar miles de dólares; como el hombre de campo es modesto, humilde y poco conocedor de los bajos intereses, se deja engañar, acepta el dinero, se queda sin tierras, al poco tiempo también se queda sin dinero y se vuelve una persona con autoestima baja por no sentirse provechoso en su comunidad; pero eso qué importa al gobierno. Esas tierras expropiadas por un descorazonado sin respeto por lo nuestro las viene vendiendo en acciones de la bolsa de valores británica y estadounidense, esas tierras donde antes había vida pura, en pocos años serán sede de industrias, carreteras, nuevas ciudades, personas de distintos lugares, puede sonar interesante; no obstante, la realidad tiene muchas caras y la que están pasando los pobladores de Tamshiyacu es duro, por los intereses económicos de personas que tienen como fin el llegar al poder para enriquecer sus bolsillos y sus vanidades, éstos campesinos están sufriendo, no tienen trabajo digno. La codicia hace que no respetes a tu gente, que la vendas a desconocidos; cultivemos el hábito de amor, lealtad y defensa de los nuestros.