Algunos pensadores señalan que estamos viviendo un período donde se desdeña la experiencia. Caminamos  en el ámbito de lo que llaman Occidente, hacia una ciudadanía de cartón, con emociones muy egoístas, de un individualismo plano. Donde la solidaridad con el resto de la humanidad piensan que es sólo apretar una tecla. Así están socavando los sentimientos. Lo podemos ver cuando viajamos y observamos que una gavilla de personas disfrutan como niños con zapatos nuevos en hacer sus fotos o selfis  -se une al atrezo del turista ese bendito palo de móvil. Se privilegia la foto que al lugar que, muchas veces, está lleno de significaciones. Estos ingenuos peregrinos olvidan a la historia que hay detrás, a la huella humana del lugar. Pero eso se menosprecia el terreno porque se obvia la experiencia. Cuando llegan a un lugar los observo que  apuradamente y con rostros de furor corren y desenvainan, muy decididos, la cámara para las fotos – Susan Sontag señalaba que con la cámara fotográfica no hay lugar virgen en el mundo, casi todo ha sido desflorado por los disparos del fotógrafo o de la fotógrafa. Y más ahora con el invento del móvil donde se retrata por retratar, sin ningún sentido. Los tiempos líquidos. Y muchos, para más inri, cuelgan casi al instante en el muro de FB las imágenes más intrascendentes, poniendo así la guinda al pastel de ese culto a ese ser egoísta de estos tiempos.

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