ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

Cuando Julio C. Arana se dedica a la política, cuenta Ovidio Lagos, integró la Junta Patriótica en 1932 y fue uno de los responsables de la Toma de Leticia. En Iquitos, a donde había llegado desde Rioja, montó una compañía que exportaba caucho y explotaba a los que extraían la goma. Amasó una fortuna y, según su biógrafo argentino, fue alcalde de Maynas nueve veces y su hijo, Luis Arana Zumaeta, también fue autoridad municipal con un final trágico: se metió un balazo en la sien. Unos dicen porque se le acusó de “arboricidia” y un periodista de la época comandó una campaña frontal con esa acusación que no soportó. Otros dicen que ante la inminencia de ir preso al habérsele descubierto un negociado en la compra de bienes en la Municipalidad optó por el camino de la muerte.

Hay todavía algunos protagonistas de ese trágico hecho que difieren en sus recuerdos. Más allá de ello, me salpica una pregunta constante sobre los hombres que hicieron fortuna en Iquitos, la herencia que dejaron, los personajes que se quedaron para administrar esa riqueza y la intervención política de los empresarios en la Amazonía. Han pasado millonarios por el sillón municipal. Unos puestos ahí por los contactos “cívico/militar” y otros por el voto de los ciudadanos. Lo que lleva a pensar que no importa cómo se llegue, sino que el fin es convertirse en la “autoridad” del pueblo como un escalón más en los peldaños de la fama.

Ha sido una constante que política y empresa se juntaran para saborear el poder que da el hecho de ser autoridad. De alguna forma todos los seres humanos buscan fama y fortuna. No siempre llegan solas. Y la fortuna acumulada por Arana, el primero que llegó a Iquitos y en base a sus “habilidades” se convirtió en el más rico de la zona, el más influyente ante el Poder Ejecutivo y, además, se desempeñó como senador y era conocida su cercanía hacia Augusto B. Leguía.

Antes teníamos millonarios en la política que llegaban a ella como consecuencia de la fortuna que tenían. Hoy tenemos políticos que han hecho de dicha actividad un camino para amasar fortuna e ingresan a ella sin fortuna, pero con algo de fama. Se valen más bien de esa fama para convertirse en autoridades y acumular dinero.

¿Es necesario que volvamos a los millonarios que incursionan en la política o dejamos que los políticos de todo origen encuentren en los puestos públicos un camino para convertirse en millonarios? ¿Nos ha ido bien con los millonarios que ingresaron a la política y gozaron de su cercanía al poder nacional para que el Presidente de la República tome en cuenta a Loreto? ¿Nos ha ido mal con los políticos que ya convertidos en autoridades se han preocupado de llenar sus arcas en perjuicio de la población? ¿Qué clase de políticos queremos para Loreto? ¿Qué tipo de millonarios necesitamos para la Amazonía?

Como sucede a nivel nacional, en Loreto hemos tenido de todo: millonarios metidos a política. Políticos convertidos en millonarios. A juzgar por las cifras de desarrollo humano y los estándares de calidad de vida con ambos nos ha ido mal.