Christian Prokopiuk, fue un reconocido bailarín exótico o sensual que hasta hace unos años trabajó animando despedidas de solteras entre otros eventos dirigidos para mujeres.
Prokopiuk, quien es abogado de profesión, llegó a Lima en febrero de 2002 y debutó en este rubro tres semanas después al igual que sus demás compañeros.
“Éramos bailarines, porque ser stripper es sinónimo de cosas malas, de droga, alcoholismo… Teníamos respeto, reglas y teníamos que cuidar nuestra imagen”, explicó.
Entre el 2001 al 2004 estaban de moda en Lima los locales Piso 14, Lebois y Tentaciones, ladies bar donde se permitía únicamente el ingreso a mujeres y se brindaba todas las medidas de seguridad.
Comentó que Atala, la dueña del local, rompió con el estigma de que un stripper es un trabajador sexual. Ella contactaba y preparaba a chicos que no sabían bailar y aprendían desde cero.
“Teníamos un profesor de baile, teatro y etiqueta. Nos brindaban todas las enseñanzas para debutar en el escenario con una ecografía sensual y bien planteada”, manifestó.
Se dirigió a todos los jóvenes que incursionan en este ambiente y les aconsejó que a futuro busquen otros ingresos, porque esta actividad es pasajera.