La presencia de polillas en un ambiente de libros hace soltar todas las alarmas. Desde que tomé conciencia de su presencia merodeando la sala, las estanterías de libros y los rincones de papeles me puse muy intranquilo. Me puse a pensar de su ingreso furtivo y de tapadillos entre los folios de los libros de viejo sin que levantara alguna sospecha. Me reprochaba mi negligencia de no tomar las precauciones del caso. Fui muy ingenuo. Pero no quería seguir flagelándome e inundándome de culpa. Por eso dimos los primeros pasos de tratar de espantarlos con un espray y al parecer dio pequeños frutos: no se avistaron más lepidópteros o eso creemos. Aunque las alarmas están ya en alerta. Con el libro de viejo hay que tomar previas precauciones como la limpieza de hoja por hoja y otros detalles. Recuerdo que en la Corte Superior de Loreto en el sótano albergaban los archivos – para decirlo en un alarde de institucionalidad, ahí estaban primeros expedientes que se tramitaron en la tremenda corte y andaban desperdigados en el suelo, y un archivero con buena voluntad trataba de ir poco a poco ordenándolos y clasificándolos. En ese sótano bajo desamparo no hallé ninguna sabandija que si la hubiera habido la pesadilla hubiera sido infernal y las intrusas hubieron gobernado a sus anchas. Allí por ejemplo encontré una parte de los expedientes contra los caucheros del Putumayo que me dijeron que pagaron a alguien que los buscara pero a quien lo encargaron fue poco espabilado que no pudo encontrarlo ¿lo habrá buscado? En esos viejos y amarillentos folios de esos expedientes solo se respiraba el paso implacable del tiempo. Desgraciadamente, en uno de los incendios de Isla Grande promovidos por una turba se consumieron esos expedientes condenando a la Corte Superior de Loreto a la peor de sus derrotas al no tener memoria/ historia judicial de sus expedientes. También visité los archivos de la Corte de Moyobamba quedándome pasmado por el orden en el que estaban dispuestos los expedientes y en un ambiente medianamente decoroso frente al que había visto y vivido en la Corte de Loreto, allí no había esas engorrosas polillas. De libros, archivos y sabandijas están estas historias.

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