La estancia en Nápoles también nos deparaba una ida a los pueblos de la costa y montaña, dos ecosistemas diferentes que se complementan en la geografía humana. Para estos lugares debía tomar precauciones, las curvas seguidas de la carretera me producen un vértigo morrocotudo que termina en un insufrible dolor de cabeza y náuseas; aunque había tomado cautelas con una pastilla para los mareos. Estaba concienciado que esa romería por los pueblos que parecen arañar a las montañas debía estar algo dopado, claro, por las circunstancias. Nos esperaban Sorrento, Positano, Almalfi y Ravello era una ruta que nos llevaría parte de la mañana y de la tarde. En unos pueblos mirando al mar y en otros subiendo la montaña como Ravello, pueblo en el cual se celebra un festival / mostra de música clásica y que pisó Humphrey Bogart según una octavilla de turismo. De acuerdo con Rosario, el conductor de la furgoneta, iríamos al otro lado de la ciudad. Se divisaba el camino muy largo en el horizonte de montañas que parecen fundirse con el mar. También nos comentaba entre palabras de italiano y español que la ciudad de Nápoles tiene el diseño urbano de una ciudad griega, que luego pude corroborar en un libro que compré sobre la ciudad. También mencionó al tufo o il padre tufo, que en principio no sabía que era, pero luego buscando información es un ingrediente clave como material de construcción en la ciudad. Era muy simpático. En cada pueblo que llegábamos nos daba la información básica y luego a perdernos por los pueblos, ibas un poco a tu aire, fue en verdad un buen día. No había el turismo de verano que cambia radicalmente el rostro de estos pueblos. Recuerdo que en una de esas tardes de paseos por museos y pueblos de vuelta a la ciudad, cerca de la stazione centrale fuimos a un restaurante de comida local, era muy acogedor. Lo regentaba la típica familia italiana patriarcal y de clan. Estaban el padre, los hijos, las mujeres de los hijos y los nietos revoloteando por el restaurante tras los deberes escolares. Una foto para enmarcar. Disfruté como un niño de la pasta que pedí, el punto exacto de al dente, todavía en casa cuando la preparo no le pillo el bendito punto. Después de comer y como epílogo del viaje fui detrás de un libro de título “Breviario mediterráneo” escrito por Predrag Matvejevic, pero no pude encontrarlo, este autor bosnio- croata lo escribió originalmente en italiano y me empeño, por mi terquedad y sinrazón, de leerlo en la lengua original. Lo he buscado aunque sin ninguna recompensa, espero que se cruce en el camino un día de estos.

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