El título de esta crónica es el lema político promovido por Virgina Raggi, candidata al Municipio de Roma en las próximas elecciones por el Movimiento Cinco Estrellas. Este eslogan movería el cotarro a los candidatos o candidatas a cualquier elección en la floresta que están en plena siesta. Sería la piedra de toque para promover políticas públicas de los ayuntamientos/municipios a un medioambiente más sostenible a través del tráfico urbano y menos de contaminación atmosférica, por ejemplo. El lema quiere decir, en traducción rápida y con posible cargo a ser corregido, que los de este movimiento prefieren las silletas de las bicicletas a los cómodos y mullidos sillones, muy propios, de los políticos tradicionales, de la casta que está enquistada en el poder. Con lemas como los del movimiento de Raggi se puede espabilar a la aletargada clase política que bosteza en el marjal. La política (de implementación de planes y programas) y los políticos/cas en la floresta debe (rían) cambiar unos trescientos sesenta grados, no se puede seguir en la misma dirección que está llevando a la política local y regional sin ideas para confrontar y negociar con la política nacional. Desgraciadamente ha sido y es una asignatura pendiente. Frente a los derrames de petróleo en aguas de los ríos amazónicos no se ha hecho un frente común (ningún diputado por Loreto apoyaba públicamente a los dirigentes indígenas, por ejemplo). Es un hecho que lesiona seriamente el entorno natural y a las poblaciones que habitan en ella. Pero no deberíamos cruzarnos de brazos. Los líderes indígenas han señalado el camino y la sociedad amazónica debería ser una piña ante estos reclamos. Decía hace unos días en esta misma columna que los que habitamos, y los que estamos fuera, de la floresta debería esforzarnos para construir en relato de ilusión de la selva de cara a las ideas centralistas que son y han sido hegemónicos en estas últimos años. Hay que reconstruir el relato. La ilusión nunca muere.