La aparición del forado entre las calle Grau con Yurimaguas fue una mala noticia y permitió de inmediato la presencia de un conocido reparador de agujeros. El señor Euler Hernández, con su paleta, su metro y su mezcla de cemento, apareció de improviso en el lugar del accidente y tapó el hueco con destreza como hacía en sus ya lejanos días de campaña cuando pretendía el voto popular. Luego de la ceremonia de inauguración, que contó con la asistencia del consejero Guido Coronel que regalo gorras para el viento o para el sol, el forado volvió a abrirse. Entonces apareció Olmex Escalante que se hizo pasar por albañil en funciones. El agujero fue reparado pero después de la otra inauguración volvió a abrirse.

En el intento de reparación apareció entonces l alcalde Francisco Sanjurjo con su carretilla y su mezcla, seguido de los cargadores de tablas, los que seguían regalando mochilas aunque las clases todavía no comiencen en tantos lugares y otros especímenes que se obstinaron en acabar con el bendito forado que parecía agrandarse día a día. Se logró tapar el hueco pero ya no se le inauguró para evitar que volviera a abrirse. En el silencio de la madrugada siguiente, sin lluvia de por medio, sin el paso de algún vehículo cargado hasta la corona, el forado volvió a las andadas.

En esa época se contrató a los expertos en suelos y subsuelos, a los que sabían romper pistas, a los que conocían la presencia de ríos subterráneos, a los que pescaban a altas horas de la noche para que se hicieran cargo de ese agujero empecinado. Pero ya era demasiado tarde, porque otros forados aparecieron entre las calles de esa pobre ciudad. En la actualidad, los agujeros mandan en Iquitos. No existen ni autos, ni motos ni motocarros y el que quiere caminar tiene que andar con cuidado para no hundirse en cualquiera de los forados.