ESCRIBE: Japhy Wilson Carnaval en Bajo Belén, uno de los rincones más marginados y precarios de Iquitos. Llego al puerto de Pueblo Libre en el corazón del Bajo Belén el domingo al mediodía. Un pequeño grupo de enmascarados está tomando siete raíces – dos soles la botella-. Uno de ellos me pasa el trago y me cuenta lo que significa el diablo para él: “Yo confío en él. Le pido que me ayude con la chamba. Bien chévere es. El diablo te ayuda.”Hace diez años que baila con los enmascarados y le queda dos más. Todos los enmascarados de Pueblo Libre se comprometen a bailar durante doce años en honor al diablo, seis vestidos de demonio y seis de mujer. Se dice que aquellos que rompen su promesa no duran mucho tiempo antes que mueran.En Húmisha: memorias del carnaval amazónico loretano, Martín Reátegui Bartra explica que el diablo celebrado por los enmascarados no es el diablo maligno de la fe cristiana, sino los seres fantásticos de la tradición amazónica, con los que el lucifer cristiano fue combinado por misioneros deseosos de colonizar y desacreditar las creencias indígenas. Pero el carnaval loretano y sus espíritus escaparon al control eclesiástico y mutaron en una fiesta desenfrenada. Y los diablos de Pueblo Libre montan la fiesta más salvaje de todas. El capataz de la pandilla de enmascarados de Pueblo Libre es conocido como Hueso. Los 363 días del año trabaja en un puesto de pollos en el mercado de Belén. Pero durante los dos días de carnaval es el rey de Pueblo Libre. Llega al puerto a la una de la tarde con una serpiente falsa alrededor de su cuello y la cabeza cortada de una muñeca sobre una estaca en su mano. El puerto ya está lleno de cientos de miembros de su pandilla, y Hueso grita instrucciones para la primera acción del día. De repente, toda la pandilla irrumpe por las humildes calles de este barrio inundable hacia un almacén donde se disfrazan.La mayoría ha reemplazado las máscaras de materiales naturales de las tradiciones indígenas con la mercancía de látex de Halloween de la cultura de consumo occidental. Pero este no es un simple caso de la erosión de las prácticas locales por parte de las fuerzas del capitalismo global. Al contrario, las máscaras han sido modificadas y adornadas de acuerdo con las fantasías y los gustos de sus portadores, contribuyendo a una auténtica fusión caníbal de múltiples formas culturales. Los enmascarados cambian en la oscuridad para que la multitud afuera no sepa quiénes son cuando emergen, o cuál de ellos es el verdadero diablo. Dicen que el propio diablo se une a ellos en este momento para no ser detectado cuando la puerta se abre de golpe y los demonios salen corriendo a la luz.Esqueletos morados, simios de ojos rojos, payasos y Jokers muertos y en estado de descomposición. Una chusma disoluta de demonios leprosos y cadáveres lascivos que escoltan a un séquito lujurioso de cortesanas transexuales.Se bailan alrededor de la húmisha más cercana en una multitud de monstruos salvajes al ritmo de una versión moderna de la flauta y los tambores de carnaval loretano tradicional, trasmitido a través de un sistema de sonido distorsionado que lo convierte en una electrónica mutante y pesada. Hueso da una serie de agudos silbidos, y el enjambre de seres abigarrados se lanza hacia la siguiente húmisha, mientras la gente les arroja baldes de agua desde los pisos superiores.El aire está denso con el olor de marihuana. Gnomos demacrados giran con hombres lobo cachondos. Canutillos amordazados retozan con simios babeantes. Un monstruo de múltiples cuernos frota furiosamente la entrepierna de una diabólica travesti. Tomamos tazones de masato y tazas de aguardiente distribuidos gratuitamente desde los barriles colocados al borde de las calles. Agarramos puñados de dulces arrojados desde balcones improvisados.Zapatos y botellas se lanzan al aire entre las hordas de zombis que se arremolinan alrededor de la próxima húmisha. Duendes gordos patean lentamente en el centro del círculo, mientras que las mujeres trans se quitan los talones y corren descalzos alrededor de los lodosos límites exteriores. Se profundiza la borrachera de la exuberante chusma. Se arrojan más botellas, basura y terrones de barro. Los baldes de agua comienzan a lanzarse desde todas las direcciones. El baile vuelve más espeso, más rápido, más desquiciado.Los petardos estallan bajo los pies de los danzantes. Falos de madera y consoladores de goma son esgrimidos y agitados. Un hombre lobo lanza a su compañera travesti sobre su espalda y la monta, girando su hocico ciego hacia la multitud lasciva.Los montones de basura del mercado son incautados y arrojados al aire. Trozos de zanahoria y repollo, y tomates y plátanos ennegrecidos brillan como estrellas podridas a través de las resplandecientes húmishas, bajo los últimos rayos del sol.Las máscaras se arrancan y arrojan como cabezas decapitadas. Ya no hay bailes alrededor de la húmisha. Solo monstruos crepusculares delirando en la creciente oscuridad. ¿Cómo interpretar la performance de los enmascarados de Pueblo Libre? No hubo política explícita en su actuación. Y, sin embargo, entregó un poderoso mensaje de autonomía anárquica.Los políticos estaban ausentes y también la Policía. Las lógicas comerciales y las estructuras de poder quedaron en suspenso. Se ofrecieron dulces, alcohol y música gratis. Y todos recibieron sus órdenes de Hueso, un trabajador común. Las exuberantes transgresiones de los demonios enmascarados y sus parejas travestis fueron una declaración colectiva de la independencia de su carnaval y la libertad de su pueblo frente a los poderes que siempre les han intentado controlar. Desde las reducciones de los misioneros hasta la Nueva Ciudad de Belén, que pretendía remplazar a Bajo Belén, y que ahora queda en ruinas. Pueblo Libre se llama. Y pueblo libre son. ¿Y finalmente, quienes son los diablos aquí? No olvidamos que esta región fue conocida por el mundo como el “paraíso del diablo,” título del libro que revelaba los crímenes del boom cauchero. En la danza de los enmascarados de Pueblo Libre, este paraíso de un capitalismo infernal se invierte en la utópica recuperación de un rincón de Iquitos por parte de los descendientes de las víctimas de la esclavitud y el genocidio que fueron la base de la acumulación originaria de esta ciudad. No utópica en el sentido anémico de la “tierra sin mal” imaginada por antropólogos románticos, sino en el abrazo salvaje de esta herencia diabólica, estallando de su tumba urbana en la forma de muertos vivientes triunfantes. Ver estadísticas y anunciosPromocionar publicación