POR: Isaac Bigio
El clan Cerrón para lo único que es bueno es para hacer farsas. La última de estas ha sido lo que denominaron la “gran marcha de sacrificio” por la libertad al Dr. Cerrón.
Esta fue convocada para el sábado 22 de noviembre a iniciarse en Huancayo teniendo como meta final llegar a Lima. La distancia vial entre ambas ciudades es de más de 300 kilómetros, por lo que una caminata debiera durar al menos 10 días. No obstante, a los dos días de haberse iniciado esta ya había llegado a Lima, lo cual evidencia que la trayectoria fue hecha en movilidades, salvo ocasionales episodios destinados a tomar fotos y videos.
Durante todo ese tiempo Vladímir Cerrón monopolizó su Facebook con decenas de mensajes sobre dicha marcha, los mismos que sumaban más que la poca cantidad de personas que participaron en esta.
La marcha fue tan rala que nadie le dio mayor importancia, ni siquiera un solo diario (aunque sea el que dirige el cerronismo). Ni una sola comunidad campesina, minera u obrera y tampoco ningún barrio, pueblo joven, asentamiento humano, mercado, sindicato o federación estudiantil se les plegó. En todas sus redes sociales los perulibristas no pueden mostrar aplausos y recibimientos populares de la gente que les veía marchar. La caminata que se inició en una plaza de Huancayo tampoco acabó en una plaza capitalina, sino al lado de su local partidario en la avenida Brasil.
En las imágenes se ve tan poca gente que no podían haber llenado un solo teatro o auditorio para celebrar su “proeza”. En dicha marcha, en la cual estaban conminados a participar todos los comités perulibristas con sus banderolas, se ha demostrado la escasa militancia que tiene este partido, pese a que es el que más fondos públicos recibe (y, por ende, el más «caviar» de todos).
En uno de los mensajes en el Facebook de Cerrón, una de sus partidarias abrigaba esperanzas en que dicha caminata pudiese abrir las posibilidades para que su jefe salga de la clandestinidad.
Nada de eso ha pasado. El amo de Perú Libre no es ningún perseguido político, pues apoya al actual gobierno, como antes lo hizo ante Dina. Su abogado, el fujimorista Humberto Abanto, dice que él es tan perseguido por la mafia caviar como lo son Keiko Fujimori y lo fue Luis Castañeda Lossio. Para los corruptos la supuesta “mafia caviar” equivale a todos los periodistas, jueces y fiscales que les investigan y que no se les supeditan. Tan entrelazado anda Cerrón con el fujimorismo que Abanto ni siquiera le cobra a él por sus servicios, pues es una “yapa” que Keiko le brinda por ayudarle a manejar esta dictadura congresal.
La persecución política que hay es la que vienen sufriendo Pedro Castillo, Betssy Chávez y Guillermo Bermejo (y su suplente Zaira Arias, a quien se le niega el derecho de reemplazarlo en el Congreso). Todos ellos son hoy tildados como «traidores» por parte del cerronismo. Otros perseguidos son también diversas autoridades fiscales y judiciales, a quienes las portadas del diario cerronista constantemente llaman a deponer.
El clan Cerrón es una farsa. No tiene nada de demócrata, izquierdista, socialista, antiimperialista, marxista. leninista o mariateguista. Protegen todos sus negocios turbios por el cual en las últimas elecciones locales y regionales se quedaron sin un solo seguidor en Junín o Huancayo que antes controlaban y su principal regional se ha pasado a Podemos.
El supuesto perseguido lleva tanto tiempo oculto como los más de 25 de meses desde que comenzó la guerra de Gaza. En esta última han muerto 70 mil personas, incluyendo decenas de líderes de Hamás, Hezbolah, Houtis e Irán. En cambio, Cerrón se da el lujo de enviar cientos de mensajes semanales en sus redes sociales, de participar en eventos públicos en videoconferencias y en tener sus retratos colgados en varias partes del congreso, incluyendo la oficina del primer vicepresidente de dicho parlamento. Todo esto sin que nadie del aparato cerronista haya sido interceptado para ser investigado.
En las presidenciales del 2016 Cerrón retiró su candidatura temiendo no pasar la valla electoral y perder su registro. Desde entonces, siempre ha levantado en Lima a una figura ajena a sus filas de la cual prenderse (Ricardo Belmont para alcalde en 2018, Isaac Humala como cabeza de lista congresal y Pedro Castillo para la presidencia en 2021). Nuevamente, él se lanza a la presidencia y esta vez con una plancha de incondicionales, la única en la historia nacional (y tal vez continental) compuesta por un hijo y su madre. Casi con seguridad podemos pronosticar que esta no pasará las mínimas condiciones para mantener su registro electoral. Antes de que el cerronismo se extinga como partido, la ultraderecha le para levantando buscando así confundir y dividir a las izquierdas y crear un “cuco” que les permita crecer. No es pues casualidad que Philip Butters pare alabando a Cerrón y que Norma Yarrow lo ponga como ejemplo del comunismo contra el cual todos deben unirse en torno ella y a López Aliaga.
Los Cerrón, como Fernando Rospiglosi, son antiguos «rojos» que son empleados por los «naranjas» para mantener su corruptocracia. Por su amor al dinero han devenido en enemigos de todo movimiento popular o progresista.

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