Morriña

Por Miguel Donayre Pinedo

El otro día miraba un programa de televisión de música donde entrevistan a bandas musicales en diferentes partes del mundo. Esta vez estaban en Argentina y la cámara seguía a los entrevistadores, y en unos segundos, la cámara hace una panorámica de una plaza pública y aparece una persona que ejercía la venta ambulante, en esos segundos, breves, cortos y eternos a la vez, la persona que vio la cámara dijo: saludos a mi tierra, Iquitos. Me quedé de piedra por unos segundos por el halo de morriña. Perplejo. Sí, dijo eso. No daba crédito a lo escuchado. Era un descarriado como diría Amin Maalouf, si aquel que está en otras tierras y evoca al orígen. Es que los exiliados, los desterrados no se van nunca de su tierra. Piensan en ella. La mitifican. La desacralizan. Le añaden y le quitan lo que ellos quisieran que tuviera o que no tuviera. Es esa lucha de todos los días. Es una vida en contrapunto. De fuertes tensiones. De bandazos. Son los que están allí y no están también. Son zarandeados en tierras extrañas y en las propias también. Les señalan como los que se fueron, ya no eres de aquí. Vete, no te necesitamos. A pesar de estos golpes de allá y los de acá, este coterráneo lo primero que le vino a la mente fue mandar saludos a su tierra.

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